La vivienda donde realizaban el trapicheo, situada en la Calle Flamenco de la referida barriada del Hotel Suárez, era para uso exclusivo de la venta de estupefacientes, no era un domicilio habitado y era tal la dinámica de su productividad, que era conocida como “la farmacia de guardia”, abierta las veinticuatro horas, cuyos vendedores se turnaban.
Tenía fortísimas medidas de seguridad, con dobles puertas de hierro, como estrategia para demorar el trabajo policial y poder desprenderse de la droga.