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'Anatomía de una caída': la debilidad de la realidad frente a la ficción

Ganadora del Óscar al mejor guion original, la última película de la francesa Justine Triet es un inteligente ejercicio de cine en torno a un proceso judicial

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Ganadora del Óscar al mejor guion original, del Globo de Oro a mejor película de habla no inglesa y de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, así como de numerosos premios en el conjunto del cine europeo, la nueva película de la francesa Justine Triet es un inteligente ejercicio de cine en torno a un proceso judicial que se debate entre la realidad y el poder sugestivo y contaminante de la ficción, y que se sirve del mismo para construir un drama familiar en paralelo que ayuda a sostener el pulso al relato que la acusación pretende imponer al jurado.

La protagonista -una sensacional, como siempre, Sandra Hüller-, es una escritora alemana de cierto éxito que termina imputada ante las extrañas circunstancias que han rodeado la muerte de su marido, fallecido tras caer al exterior desde la buhardilla de su vivienda, en la que vivían junto a su hijo pequeño ciego y su perro -ojo al también excelente trabajo del niño Milo Machado Graner, que redunda asimismo en la habilidad de Triet para sacar el máximo partido a unos protagonistas que conceden la credibilidad necesaria a su delicada historia-. 

En este sentido, Anatomía de una caída no es una película de suspense al uso. De hecho, no es una película de suspense, ni siquiera un thriller judicial, por mucho que la mayor parte de la historia se desarrolle en un tribunal. Y es ahí donde reside el principal mérito de su directora a la hora de atrapar al espectador, ya que no nos está contando la historia de un crimen, ni siquiera la necesidad de desvelar un misterio, sino las circunstancias que rodean y sacuden a la familia protagonista, el drama de esas circunstancias, convertido en debate de dominio público, juzgado a la luz de meras conjeturas y bajo la necesidad de establecer un relato que responda a las expectativas de ese propio público.

Triet lo logra a partir de una puesta en escena que se reivindica desde la secuencia de la entrevista inicial, que ya desvela detalles fundamentales para entender la situación de la protagonista, y que se amplifica con sendos momentos fundamentales del proceso: el que recrea la discusión del matrimonio y el del testimonio final del niño. Tal vez no sea suficiente para alcanzar la excelencia que muchas otras personas han visto en el filme, pero sí para dejar constancia del sello de su autora y de su respeto hacia el espectador.

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