Alaa es una de las madres que fueron evacuadas hace dos meses desde Gaza para que su hija Sara, de cinco años y con una cardiopatía congénita, pudiera ser operada en España, aunque eso le haya costado dividir a su familia castigada por la guerra.
"Siento que estamos fuera de peligro", señala en una entrevista con la Agencia EFE esta madre de 33 años. Es un alivio relativo y empañado por todo lo demás: los bombardeos siguen en Gaza, donde una parte de su familia ha muerto y otra sobrevive con dificultad.
Es el caso de su marido, que vive solo en una tienda de campaña cerca de lo que, antes de las bombas, era su casa en Deir al Balah. Apenas recibe noticias de él por las dificultades que tiene para conectarse a internet o conseguir cobertura.
La palabra que usa para describir su estado es "deprimida": "hace unos días lloré mucho porque no podía aguantar más esta situación", explica mientras se seca las lágrimas con un pañuelo de papel.
Sara es una de las quince menores con problemas de salud graves que llegaron a España el pasado 24 de julio acompañados de familiares después de ser evacuados desde Gaza para ser tratados.
La mayoría presentaban lesiones físicas derivadas de los bombardeos pero otros, como Sara, presentaban problemas como cardiopatías o enfermedades oncológicas que no podían ser tratados en su lugar de origen.
Una operación urgente imposible de conseguir en Gaza
Este era el caso de la pequeña Sara, que sufría una cardiopatía congénita y cuya situación, desde que se incrementaron los bombardeos en Gaza, había empeorado: "estuvo muy afectada, se empezó a notar que no podía hacer las cosas como antes", explica.
El edificio donde vivía toda la familia fue bombardeado en un ataque en el que murieron sus cuñados y por el que tuvieron que rescatar a sus hijos entre los escombros.
Ante esta situación, Alaa y su marido se dieron cuenta de que debían elegir entre dos males: O seguían viviendo en ese infierno con sus hijos en constante peligro, en especial de su pequeña Sara, que debía ser operada con premura, o intentaban sacarlos de allí, aunque eso significase separar el matrimonio.
La pareja lo tuvo claro -"lo más importante para mí son mis hijos", asegura Alaa- pero eso no les eximió del dolor: "esta separación ha sido muy dura para mí", lamenta.
Dos familias en una ambulancia y quince en un avión militar
Así Alaa accedió a un programa fruto de la colaboración entre los Gobiernos de Palestina y Egipto, que permitiría a los menores abandonar Gaza acompañados de una sola persona, que debía ser una mujer, explica.
La joven recuerda cruzar la frontera hasta Egipto por el paso de Rafah en una ambulancia con otra madre y sus tres hijos (viajaban ocho en total en el vehículo): la imagen de una de las hijas de la otra mujer con la misma edad que Sara y herida en una pierna por los ataques se le ha quedado grabada.
Ya en Egipto, Alaa conoció el proyecto Cunina gracias a la entidad Palestine Children's Relief Fund e inscribió a su hija, lo que las llevó a ellas dos y sus otros dos hijos hasta España en un avión medicalizado del Ejército del Aire y del Espacio, donde su hija fue atendida por personal sanitario junto al resto de familias, 43 personas en total según Accem.
El caso de Sara era el menos grave entre las 15 familias trasladadas: "había una persona que no tenía piernas, otro que no tenía labio ni dientes, otros tenían heridas en sus caras...", relata esta madre.
En España, Sara fue atendida primero en la Unidad de Cardiología Pediátrica del Hospital Universitario de Navarra y posteriormente, operada en el Hospital Infantil Gregorio Marañón en una intervención que fue un éxito. Ya no necesitará más tratamiento y solo tiene que acudir a una revisión en los próximos días para cuidar su cicatriz.
Nuevas fuentes de estrés lejos de la guerra
La psicóloga y coordinadora del proyecto Cunina en Accem, Carolina Flores, ha señalado a EFE que, además del ámbito sanitario, el acompañamiento psicosocial en estos casos es fundamental para fomentar la resiliencia y autonomía de las familias.
También para gestionar emocionalmente las "malas noticias" derivadas tanto del tratamiento sanitario como de las noticias que reciben de sus familias en origen.
Alaa y sus tres hijos han recibido este acompañamiento y ahora viven en un apartamento en Pamplona.
Los pequeños han acudido a un campamento de verano, ahora van al colegio y ella aprovecha este tiempo para dar clases de español o hacer algunas compras con ayuda de la intérprete: "España es un país de seguridad, siento que estamos fuera de peligro, y hay mucha naturaleza y zonas verdes", valora Alaa.
Sobre el futuro, no se aventura a dibujarlo. Los cuatro han solicitado protección internacional en España y esperan poder reunirse un día con el padre de familia aquí para que, además de un lugar seguro, puedan empezar a llamar a España su hogar.