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El corredor que no vio el final

Treinta y cuatro años en la política activa. Alcalde, parlamentario andaluz, eurodiputado. Transformó Jerez a su modo y manera. Comenzó una maratón que tenía un final, pero él no lo quiso ver y ahora le pueden echar.

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  • Pedro Pacheco en los 80

Un gran amigo, profesor y sindicalista o sindicalista o profesor, al que un día se le rompió el corazón de tanto usarlo, me relataba una anécdota con Pedro Pacheco, en un viaje en avión de Madrid a Jerez. Comentaba que, cuando el avión sobrevolaba ya nuestra ciudad, al entonces alcalde se le escapó un pensamiento en voz alta y dijo aquello de “y pensar que todo esto es mío”.
Y es que Pacheco, corredor de fondo, no atisbó nunca el final de la carrera y quiso seguir corriendo y corriendo, a pesar de que ya había llegado a meta. Pedro, el enorme, llegó en el 79 sin haber cumplido aún los 30 años a la poltrona municipal de una ciudad que comenzaba a vislumbrar los primeros albores del fin de la bonanza económica del mundo de la vid y que se desperezaba de un régimen recién finalizado que la había dotado de un halo tremendamente conservador en todos los sentidos. Había un  paternalismo económico al que la población en general no hacía ascos. Se fundaron colegios y barriadas pagados por las bodegas, las puertas del empleo en los centros vitivinícolas se encontraban abiertas de par en par y la gente había pasado de la alpargata al seiscientos y de la casa de vecinos al piso. 
Y llegó Pacheco, que había estado trabajando desde antes de la muerte de Franco, en la clandestinidad,  con Alianza Socialista de Andalucía, que ya tenía puesto laboral de abogado en la Caja de Ahorros y que había hecho sonar su nombre en el mundo urbanístico, con la  presencia como abogado en algunas cooperativas de viviendas, como el tapado del PSA. No era el hombre que iba a ir como primero en la candidatura, o no era el que , ya que a priori se hablaba, al menos en los corrillos de copas del mediodía, de Sebastián Romero, pero una serie de circunstancias le hicieron estar ahí y tomar el bastón de mando en coalición.  
Después en el año 1983 arrasó. Atrás quedó su pelo largo, su presencia en los Juegos Florales de la Vendimia entrando en mangas de camisa en el Villamarta y llevando del brazo a la Reina vendimiadora. Ahí comenzó su particular cruzada por  transformar Jerez. Le dio un aire moderno, tenía mil ideas en la cabeza, cambió la fisonomía de Jerez. Acabó de un plumazo con la Fiesta de la Vendimia, habló de un Jerez sin chimeneas y empezó a liderar la opción de un Jerez de ocio y turismo. Las bodegas se desmoronaron e hizo del Ayuntamiento la locomotora de la ciudad. El Ayuntamiento y el Hospital son las dos grandes empresas de una ciudad de más de doscientas diez mil personas. Y ahí están los datos de un paro que el tejido empresarial no ha sido capaz de absorber.
En 1985, ya con Rumasa expropiada y con la empresa vitivinícola en clara decadencia, se dio su primer gran baño de masas con una manifestación en su favor después de que la Audiencia Territorial paralizase el derribo de una obra en  el chalet de Bertín Osborne y la frase “la justicia es un cachondeo” en la boca de Pacheco ocupase las primeras páginas de toda la prensa nacional. Jerez, o medio Jerez, estuvo con Pacheco y él comenzó a creerse a sí mismo. Ya había dado también el salto a la política autonómica en el año 82 y su carrera  parecía imparable. El maratoniano tomaba ventaja y Jerez inauguraba Circuito, pagado por los jerezanos,  y estadio de fútbol.  Jerez se constituía en una república independiente porque era la gran desasistida de los gobiernos autonómicos y central, pese a lo cual crecía y crecía de forma horizontal y extendiéndose hasta límites insospechados, con lo que los servicios municipales tenían que aumentar y aumentar. Nacían las casas de hermandad y las de las peñas flamencas. Pacheco no veía el final de su carrera, pero un tal Oliver, al que le abrió las puertas del Ayuntamiento para que mandase en el Xerez, le dio de su propia medicina.
Pacheco había salido victorioso de todas sus batallas, pero no midió que el rival era foráneo y que se iba a ir un día u otro. Echó al Xerez de Jerez y Jerez, en las urnas, le terminó echando de la alcaldía. Era el momento en que el corredor de fondo había llegado a la meta, pero no lo entendió así. No supo retirarse a tiempo y quiso seguir en la política activa. Urbanismo fue un Ayuntamiento paralelo y ni incluso cuando ya no tenía opción de estar en el Gobierno se quiso ir. No vio su final y ahora tiene una sentencia que puede significar el fin de una carrera que debió terminar antes.

Del polito de la Vendimia a los trajes de Armani 

Pacheco cambió Jerez como él mismo cambió su imagen. De aquel alcalde de polito de mangas cortas pasó al alcalde de trajes de Armani. De aquel alcalde que paraba a diario en La Venencia, en calle Larga, a tomar café, a aquel otro que recibía a los “clientes” en la bodeguilla de la Casa Consistorial. De aquel joven abogado que lideró un Jerez nuevo, al Pacheco, ya con más edad, que no supo medir el momento de su adiós. Del samaritano que abrió las puertas del empleo municipal a aquel que un día no sabía donde se habían metidos los votos de aquellos a los que había beneficiado.
Del Pacheco de las obras faraónicas al Pacheco que ahora dice que hay que emplear las energías en recuperar el centro. El centro de Jerez ha sido el gran olvidado en el trabajo municipal. También la recuperación de empresas para la ciudad. No quería chimeneas y hasta se han perdido las de la Fábrica de Botellas de su niñez.
Del Pacheco, presidente del Xerez, a un Pacheco que lo terminó echando de la ciudad. Del Pacheco  que quiso hacer de Jerez la capital nacional del atletismo al que trajo a Chapín un Mundial de Equitación que solo aportó deudas a las arcas municipales.
Pacheco ha tenido miles de ideas. Muchas, y no se le puede eso negar, positivas. Otras tremendamente negativas para la ciudad. Ahí quedó ese proyecto de Sherryworld o la llegada de Euroamerican que nunca fue realidad.
La realidad es que él fue el que lideró la transformación de Jerez, el que hizo que Jerez pasase de pueblo grande a gran ciudad, nunca supo medir sus posibilidades reales y ahora se enfrenta al peor momento de su vida política.

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