Jesús Méndez protagonizó uno de los gestos flamencos más emotivos de la noche en memoria de El Torta
Pepe Marín, conductor de la gala, abrió el homenaje a Juan Moneo El Torta recordando uno de los epitafios que quedaron grabados en su memoria del día de su muerte: “Gracias Juan por habernos regalado tu locura convertida en arte”. A continuación, la familia del homenajeado, encabezada por su viuda Almudena Molinero y su hijo, subió al escenario para presenciar un vídeo en su memoria y recibir el cariño y los aplausos del público. Manuel Moneo, el hermano mayor de Juan, recordó, tratando de contener la emoción que “se ha ido un gran cantaor”, y en alusión a las más de cuatro mil personas congregadas en la histórica cita flamenca resaltó a su vez que no había que olvidar que “era un cantaor del pueblo. Mi hermano era lo que es la bulería”. Marín, por cierto, también quiso tener presente a otros dos grandes cantaores jerezanos fallecidos en el transcurso del último año, Manuel Carpio El Garbanzo y Manuel Valencia Diamante Negro, así como el hecho de que este mismo sábado se cumplían 33 años de la pérdida de otro uno de los más grandes, Fernando Terremoto.
A partir de ahí le tocó el turno a los artistas convocados para esta novedosa y expectante edición de la Fiesta de la Bulería, inaugurada por la familia de Los Moneo, liderada por las voces de Manuel y Luis, a los que sucedieron sobre el escenario Antonio Agujetas, junto a Domingo Rubichi, Jesús Méndez, con la guitarra de Manuel Valencia, Diego Carrasco y Remedios Amaya, la juventud de Manuel Fernández Montoya El Carpeta, José El Mijita, Enrique Remache y Anabel Valencia, y, para cerrar, dos colosos, Luis El Zambo y Miguel Flores Capullo de Jerez. Todos ellos tuvieron siempre presente a la figura de Juan Moneo El Torta, en sus cantes, en sus dedicatorias, aunque uno de los momentos, al respecto, más emocionantes y memorables de la noche lo ofreció Jesús Méndez, que situó sobre el escenario una silla vacía adornada con un pañuelo para cantar a dúo con El Torta, de la mano de una grabación, y hacer posible un reencuentro imposible pero siempre exquisito.