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Pinceladas cofradieras del Martes Santo

Humildad y Paciencia hace que me reencuentre cada Martes Santo, justo en el número 9 de la calle Fontana, con mi pasado, con mi niñez”

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  • Humildad -

Mientras hablábamos sobre si la culpa de la presencia de cientos de personas delante de determinados pasos la tenía la falta de cultura cofradiera de la gente de a pie o las propias hermandades, que no son capaces de integrar los misterios dentro del cortejo, nos dieron las cinco y pico de la tarde y nos posamos en la calle Fontana, justo en el número 9, para ver por allí procesionar a la trinitaria Hermandad de Humildad y Paciencia. Una Hermandad que tiene raíces antiquísimas, que renació en la década de los 70 -recuerdo las novedades que habitualmente iba enviando Fernando Barrera al ya desaparecido La Voz del Sur, periódico que precisamente ayer martes cumplió 31 años de su último número- pero que ha nacido para la Semana Santa hace poco. Y una hermandad de las llamadas jóvenes  hace que me reencuentre  desde al pasado año con la calle de mi niñez, recordando a Carmen, a Luisa, a Luisita, a Angustias, a Pepe Calvo, a Juan Bonete, a Manolo, el Maestro Carpintero, a Juanito, a Manolo, a Dolores, a Isabel, a María, a Giráldez, al Bola, a mi madre, a mi padre...a gente que fueron y que ahora estarán al lado de El, allá en lo más alto de los Reinos Celestiales. La Semana Santa sirve para recordar el pasado, para reencontrarse con esos rincones, como Almendrillo en San Mateo, o la calle La Palma en San Juan, o Duque de Abrantes, o la calle Gaitán en el regreso del Señor de la Defensión, del Jerez de siempre, del Jerez eterno que raramente lo cruzas a lo largo del año. Por eso, el Martes Santo tiene un significado especial, porque me doy de cara con mi niñez y porque ya comienza a poderme la nostalgia del adiós a otra Semana Santa.     

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