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Ortega Bru, cien años de un genio irrepetible

El misterio del Descendimiento es una de las obras cumbre del escultor sanroqueño

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  • El descendimiento
  • En los años cincuenta realizó un Resucitado para Jerez, que no llegó a finalizar
  • Sus padres fueron fusilados en la Guerra Civil y él mismo llegó a ser encarcelado

El pasado siglo XX supuso sin duda alguna un renacimiento de la Semana Santa andaluza, que creció de manera notable en número de cofradías y representaciones pasionales. Finalizada la Guerra Civil, muchas hermandades que habían perdido sus imágenes se vieron de algún modo obligadas a encomendar a los escultores de la época la ejecución de nuevas tallas. De manera paralela se reorganizaban o fundaban cofradías, haciéndose presentes en los barrios que empezaban a aflorar en pueblos y ciudades.  Castillo Lastrucci, Antonio Eslava o Sebastián Santos fueron algunos de los autores que permitieron atender toda esa demanda. En la mayor parte de los casos apostaron por el neobarroco, enmarcándose sus creaciones en los cánones más ortodoxos del arte andaluz.
En paralelo a todos ellos trabajó Luis Ortega Bru, que pronto dotó a sus imágenes de un sello muy particular, profundizando en el estudio anatómico de sus creaciones y apostando por los grandes volúmenes y el hiperrealismo.
Ortega Bru nació en San Roque el 10 de septiembre de 1916, un acontecimiento del que ahora se cumple el primer centenario, lo que ha motivado que en su localidad de origen se celebren actos conmemorativos. Su padre era alfarero y eso le permitió disponer desde pequeño de los elementos básicos para modelar. El escultor sanroqueño dejó algunas de sus obras más importantes en Jerez, ciudad con la que residió mientras ejerció como profesor de la Escuela de Artes y Oficios.
Su innata afición a la escultura le llevó a ingresar en la Escuela de Artes y Oficios de la Línea de la Concepción cuando apenas contaba quince años y coincidiendo con un momento social y político especialmente convulso. Esta circunstancia marcaría buena parte de su vida. Sus padres, alineados con el bando republicano, fueron fusilados durante la Guerra Civil y él mismo llegó a ser encarcelado y retenido en campos de prisioneros durante varios años.
En 1944 se traslada a Sevilla, retomando su formación en la Escuela de Artes Aplicadas. En esta ciudad comienza a ser conocido en los círculos artísticos, realizando su primera exposición en 1949.
En una época como esa, donde los talleres artesanos apenas podían responder a la creciente demanda de las hermandades, era cuestión de tiempo que Luis Ortega Bru recibiera sus primeros encargos. Así fue. En 1950 realiza el Cristo de la Misericordia para la Hermandad del Baratillo, una obra que le abre las puertas de la Semana Santa hispalense y andaluza. De hecho, tras la bendición de esta imagen firma el contrato para la realización del misterio completo de la Hermandad de Santa Marta de Sevilla, que se estrena en 1953.
Es posible que estemos ante su gran obra y probablemente ante uno de los grupos escultóricos más logrados del pasado siglo XX. Luis Ortega Bru debió incorporar al conjunto a la imagen de Santa Marta que había sido ya realizada por Sebastián Santos. Además, ve cómo la hermandad sustituye posteriormente su imagen dolorosa por otra del escultor de Higuera de la Sierra.
Es entonces cuando marcha a Madrid para trabajar en los talleres de Arte Granda, una empresa fundada en 1891 y especializada en la creación artesanal de arte sacro y religioso. Cuando Ortega Bru empieza a trabajar en la capital de España ya ha recibido el encargo de la Hermandad de la Soledad para la ejecución del Sagrado Descendimiento.
El conjunto se concluyó en 1957, contando con ocho imágenes: el Cristo, José de Arimatea y Nicodemo, la Virgen, San Juan Evangelista y las tres Marías. Antes de que llegara a Jerez, el grupo escultórico fue expuesto en  una Exposición de talleres de Artes celebrada en el Palacio de la Biblioteca Nacional, en Madrid. La Hermandad de la Soledad había encargado a Manuel Guzmán Bejarano y Luis Jiménez Espinosa la ejecución del paso de misterio sobre el que debía procesionar este impresionante conjunto.
El paso y el grupo escultórico se estrenaron conjuntamente en la Semana Santa de 1959, constituyendo todo un acontecimiento. Para hacerse idea de las dificultades que entrañaba poner a este paso de misterio en la calle, valga recordar que en la década de los setenta apenas salió un par de veces debido a problemas de distinta índole.
Estando en Madrid, Luis Ortega Bru recibe el encargo de realizar un grupo escultórico del Resucitado para la ciudad de Jerez, que por diversos motivos no llegaría nunca a concluirse. El trabajo, acabado en madera, puede contemplarse en el museo de la ciudad natal del escultor.  Como ya se ha comentado, entre los años 1967 y 1972 Ortega Bru vive y trabaja en Jerez, impartiendo clases de modelado en la Escuela de Artes y Oficios. Es en esa época en la que realiza el grupo escultórico de la Hermandad de la Sagrada Cena, que no llegaría a concluir. La imagen del Señor se entregó en 1967. Un par de años después entregaría cuatro apóstoles y en 1975, otros tres. Además, retoca otras cinco imágenes anteriores para completar el conjunto. Un cuarto de siglo después, sus sobrinos, los hermanos Ortega Alonso, realizan las cinco imágenes restantes. El imaginero sanroqueño sí completa el grupo escultórico de la Hermandad de la Sagrada Cena de Sevilla, entre los años 1975 y 1982, siendo este su último trabajo de envergadura, ya que fallecería poco después. Al igual que ocurriera con el caso de Santa Marta, el grupo se remata con la imagen del Señor, que es original de Sebastián Santos Rojas.
La producción de Luis Ortega Bru es muy extensa, pero además de las ya reseñadas resulta obligado hacer mención al Señor del Soberano Poder y a Caifás y a la Virgen de la Salud, todas ellas de la Hermandad de San Gonzalo, de Sevilla. El Señor fue realizado en 1975 y en su peana puede leerse una leyenda especialmente significativa: “Mi Cristo para Sevilla”. Así fue cómo quiso Ortega Bru que fuese recordada esta obra.
En sus últimos años, el imaginero sanroqueño trabajó para el taller de Manuel Guzmán Bejarano, de ahí que los arcángeles que aparecen en la canastilla del paso del Señor del Prendimiento fueran los últimos trabajos que realizara para la Semana Santa de Jerez.
Nos encontramos por tanto ante un artista que rompió moldes y abrió una senda hasta entonces inexplorada, el hombre que demostró que era posible recrear la pasión de Cristo de una forma diferente. Se cumplen ahora cien años del nacimiento de Luis Ortega Bru, el creador de un estilo que posiblemente murió con él mismo…

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