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La reinvención de aquel tranquilo Martes Santo

El Martes Santo, en aquellos tiempos de treinta hermandades, incluso veintinueve antes de la entrada en 1973 de la del Perdón, era de los más tranquilo.

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 Martes Santo, en aquellos tiempos de treinta hermandades, incluso veintinueve antes de la entrada en 1973 de la  del Perdón, era  de los más tranquilo. Bastaba con ir a salir a La Defensión, en Capuchinos, y coger para el kiosko -¡ay que lo echo de menos!- de Paco Castro en la Porvera para ver llegar al Cristo del Amor por Chancillería y encontrarse de frente con la llegada de San Mateo proveniente de Ancha. Se había acabado el Martes Santo. Cogías a los niños, les compraba alguna chuchería y te podías ir tranquilamente para casa, a no ser que de noche quisieses recrearte, ya solo, con la Defensión por Tornería, con el Amor camino de su casa por Plaza San Juan o con la entrada, siempre a tope de gente, de los rojinegros nazarenos del barrio por excelencia de Jerez, la entrada de Los Judíos.

Pero en la vida hay que reinventarse, como se reinventó en su momento la Hermandad del Perdón, tras marcharse de Santa Ana a Guía, aunque  me doliese en el corazón, y bien que lo lamento, para encontrar su hueco en un Domingo de Ramos donde ofrece una auténtica catequesis andante, con sus soberbios pasos y con un magnífico cortejo. O como se reinventó La Clemencia que abandonó los blancos silencios de la noche del Sábado de Pasión cuando hacía estación penitencial en El Pilar y le puso música a un cortejo perfecto y que este año nos ofrecerá uno de los grandes estrenos de nuestra Semana Mayor como es el palio de Salud y Esperanza, con el que seguro vendrá todo el Polígono detrás. Reinventarse o morir, aunque personalmente me gustan las cosas más de siempre, pero entiendo que la vida no puede estar anquilosada y los años pasan para bien, tan bien que este Martes, como viene siendo habitual en los últimos años, estaré en la puerta donde vi la luz de mis días para ver el tránsito de la trinitaria Humildad y Paciencia. Quién me iba a decir a mí que en las calles de mis travesuras infantiles, por esa calle Fontana siempre en mis sueños, iba a pasar una cofradía. Y es que los tiempos cambian y ese Martes tranquilo ha pasado a ser un gran Martes. 

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