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Un pregón coral, gallardo y generoso

Antonio Gallardo compartió la ‘gloria’ del pregonero con una amplia relación de artistas

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El pregonero se arrancó a bailar en Villamarta.

Felipa del Moreno cantó la plegaria a la Virgen de la Soledad.

El Zambo cantó una emotiva saeta

La Macanita cantó al Prendimiento.

Jesús Méndez, otro de los artistas invitados.

Dolores Agujetas.

La escolanía de las Angustias.

Foto de familia tras el pregón.

Antonio Gallardo Monje anunció este domingo la llegada de la Semana Santa con un pregón diferente a lo que se acostumbra a ofrecer en Villamarta. El suyo fue un pregón coral en el que compartió escenario y protagonismo con un buen número de artistas, en un inédito alarde de generosidad. El pregonero no se guardó para sí la gloria de cantar a la Semana Mayor y de hecho algunos de los momentos más brillantes de la mañana en Villamarta estuvieron protagonizados por esos artistas invitados. Además de generoso, Gallardo Monje fue valiente porque rompió esquemas preconcebidos sin que hubiera necesidad de hacerlo, toda vez que a lo largo de la mañana pudo comprobarse que el pregonero tenía virtudes sobradas para haberse ganado al auditorio sin apoyarse en otra cosa que en su palabra.

Pero por encima de todo, lo de ayer fue un homenaje de un nieto a su abuelo, al recordado Antonio Gallardo Molina, cuya figura planeó durante toda la mañana por las entretelas de Villamarta. Suyo fue el primero de los versos que a pecho descubierto ofreció el pregonero desde el centro del escenario, ese en el que invitaba al patriarca José a conocer la Pasión que año tras año escribe Jerez. Antes ya habían sonado las marchas de la Banda Municipal de Música (Cristo de la Expiración, Desamparo y Virgen de la Piedad), y había pisado las tablas como presentador otro eslabón de los Gallardo, José Enrique, hermano del pregonero, que ejerció como presentador.
Se había anunciado la presencia sobre el escenario de varios artistas, pero no de la escolanía que cada Domingo de Ramos precede a la Virgen de las Angustias en su paseo por las calles de Jerez. Sorprendieron por tanto esas voces blancas interpretando los versículos del Stabat Mater. Sentidas fueron las palabras hacia Diego Romero Fabiere, pregonero gráfico de la Semana Santa. Y justa la reivindicación de una calle para el escultor Francisco Camacho de Mendoza, una de las grandes figuras del barroco en Jerez.  

El pregón levantó definitivamente el vuelo cuando Gallardo Monje miró a Santiago y empezó a hablar de Jesús del Prendimiento. Pero sobre todo cuando Luis El Zambo cantó una saeta con sabor a madrugada en la calle Ancha y cuando Tomasa La Macanita bordó la plegaria que Gallardo Molina dedicara al “moreno clavel” que habita en Santiago, acompañada al piano por José Zarzana.

 

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Justo después, el pregonero demostró a las claras que podía poner en pie a Villamarta con su palabra. Magistrales fueron los versos dedicados a la Virgen del Desamparo, acompasados por el piano de La Reina Gitana. Gallardo Monje abrió el corazón de par en par para abordar temas tan dispares como la enfermedad, las drogas, el paro, la privación de libertad, los desahucios o una maldad humana que él quiso reflejar en el trágico destino del niño Gabriel Cruz. Por esas y otras cosas son por las que la Virgen del Desamparo llora “junto al Prendimiento en invierno y en verano”. Sólo ese momento ya valió un pregón entero.

Pero quedaban muchas más cosas. Por ejemplo, la evocación de la Virgen de la Amargura por Naranjas acompasada por el bolero de Ravel. “A mi abuelo Antonio le gustaba imaginar ese paso de palio con el bolero de Ravel”, recordó. O la narración casi minuciosa del regreso de la Virgen de la Esperanza a su capilla de la Yedra, nuevamente con el piano de La Reina Gitana como banda sonora. Dedicó el pregonero originales versos al Juanillo de San Telmo, “que podría salir de juerga con los jóvenes que lo llevan”.

Después llegaría la saeta desgarradora de Dolores Agujetas y de nuevo la plegaria, esta vez con Jesús Méndez y el Cristo de la Expiración como protagonistas, siempre con el piano de Rosario Montoya. El pregón iba llegando al final, pero no había pasado todavía por la iglesia de la Victoria, el templo que cobija a otra de las grandes devociones de la familia Gallardo. Fue Felipa del Moreno quien puso voz a la plegaria que el abuelo del pregonero dedicara a la Virgen de la Soledad.

Parecía que todo acababa ahí, con el teatro puesto en pie, pero aún faltaba un último apunte del pregonero. Llegaba el momento de reivindicar el desfile procesional como “un regalo para los sentidos”. “A Cristo le duele la boca de pedirle a la gente que se ponga en movimiento. Abraham salió con la gente en procesión y no sabía ni a dónde iba. La Virgen marchó en procesión a la casa de Santa Isabel y San José huyó a Egipto en un jumento. Dios es procesional, nos ha hecho procesionales, nos quiere en movimiento”, dijo Antonio Gallardo, que dedicó sus últimas palabras a la Virgen de la Estrella, la que le hace “soñar despierto”. Faltaban un par de minutos para las tres de la tarde. Se cerraba así un pregón que queda para la historia, un pregón coral que rindió tributo a un apellido, pero que al mismo tiempo derrochó generosidad al no reservarse Gallardo Monje la gloria para sí mismo. 

 

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