Según mi cuadro genético, sí, sí tengo todos los cromosomas que me deben dar la supuesta normalidad como persona y eso que nunca, jamás, me he considerado como alguien normal.
Siempre me he considerado alguien que no cumple el estereotipo marcado en nuestra sociedad ni como mujer, pero, sobre todo, como persona, puesto que tener X pares de cromosomas (en este caso) no me da esa normalidad establecida.
Pues fíjate como está de infravalorada la normalidad en nuestra sociedad que da por diferente a alguien que tiene una copia extra de un cromosoma, el 21 exactamente… Y eso que a tod@s nos gusta la palabra extra, pero si eso es lo denominado anormal o, como bien pueden decir muchos, lo subnormal, aunque bueno seguro que quién utiliza esta calificación hacia una persona es realmente el subnormal.
Hoy y siempre me desemparejo, no sólo los calcetines para concienciar al resto del mundo de nuestras diferencias, sino que hoy también decido desenmarcarme de aquello que nuestra sociedad denomina normal... Y es que, querido amigo, nadie es normal porque la normalidad no existe.
Todos somos diferentes, todos somos únicos, pero, sobre todo, todos somos especiales sin importar nuestro nombre, sin importar nuestro físico, incluso, sin importar nuestras capacidades ¿Sabes por qué? Porque lo único que verdaderamente importa es enfrentarnos a la vida para superar todas aquellas barreras anormales que nos cruzamos en nuestro camino, es tener que trabajar para demostrar que sí somos capaces de conseguirlo, pero… ¿Sabéis por qué al final lo conseguiremos? Porque sé y estoy convencida que no hay nada igual que la perseverancia de unos padres por conseguir la igualdad, la equidad y la felicidad de un hijo/a en su vida diaria.
¡Por hoy y por siempre operación calcetines desemparejados!