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La Feria, como Lola, también busca su pendiente

El jueves se queda a medio camino entre el apogeo del miércoles y la definitiva explosión del fin de semana

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Una imagen del ambiente en el Real este Jueves de Feria

"Si me queréis, irse”. Este jueves de Feria se cumplieron 24 años de la muerte de Lola Flores, la del museo que puede usted visitar en todas las hemerotecas desde hace lo menos 24 años. Quiso el torbellino de colores que el levante rolara finalmente a poniente y bajaran las temperaturas en el Real, las que marcan los termómetros y aquellas con las que anotan las cuentas  los caseteros. Igualar al miércoles en una y otra cosa era ciertamente complicado. Y quizá incluso se agradeciera. Este otrora día grande de la semana se ha quedado ahora a medio camino entre el apogeo del miércoles y la definitiva explosión del fin de semana. Es probable que por eso sea una jornada en la que brillen más las últimas horas de la tarde que las primeras.

Pero hay muchas ferias dentro de la Feria. En los jardines de El Bosque, y alrededor del monolito dedicado a Shakespeare -“si mil hijos tuviera, el primer principio humano que les enseñaría sería, abjurar de toda bebida insípida y dedicarse al vino de Jerez”- se reúnen a diario miles de jóvenes. Contado así parece que hablemos de una escena de 'El club de los poetas muertos', pero en primera línea de la batalla la sensación es que a estos jóvenes no les interesan los poetas muertos, ni los vivos. Si acaso los raperos. Han abjurado de toda bebida insípida, cierto, pero no se han dedicado precisamente al vino de Jerez. La suya es una Feria de bolsas de hielo y alcohol sin denominación de origen.

En esa Feria paralela es casi tan difícil escuchar sevillanas como en la oficial del paseo de caballos, el albero y los catavinos de cristal. Entre otras cosas porque incluso en aquellas casetas que presumen de guardar las esencias de la fiesta gana espacio la música ajena a la propia fiesta. Porque también en esas casetas aparece el showman de media tarde dispuesto a versionar cualquier cosa que se le cruce entre la guitarra y el amplificador para satisfacer al cliente, que es el que paga y que en definitiva lo que quiere es que la gente baile y consuma, cuanto más mejor.

La Feria de Jerez ha llegado a un punto en el que una de las mejores opciones para ganar algo de tranquilidad es montarse en la montaña del miedo, que es quizá de las cosas que menos susto da. Sabes que en cualquier momento del recorrido va a aparecer un tío feo con un cuchillo dispuesto a cortarte la cabeza. Pero sabes también que es mentira. Sin embargo, todo lo que ocurre fuera de allí es real. Está pasando.

Hay gente que ni canta ni baila, pero a la que tampoco conviene perderse. Aparecen en los paseos principales del Real en cuanto se marchan los caballos y atraen la atención de curiosos y viandantes con destino incierto. Los suyos son espectáculos callejeros carentes también de denominación de origen. Van de una feria a otra y se ganan la vida poniendo en duda la ley de la gravedad. Esperan una moneda, o dos.

Cuando Pemán escribió aquello del “rumbo y elegancia” de la Feria de Jerez no debió siquiera imaginar que décadas después paseara por ella gente vestida con chaquetas de cuadros y pantalones ajustados rematados con zapatos deportivos. Tampoco que de aquella poesía se pudiera pasar andando el tiempo con algunos de los versos que se escuchan allí donde los cacharritos... “Ahora vamos con el meneíto del escarabajo, el culito para arriba y el culito para abajo”, rematado con “el meneíto de propina, para tí y para tu prima”. Los jurados del Cervantes y del Princesa de Asturias no tendrían fácil otorgar sus premios literarios si pasaran por la calle del infierno.

El jueves se crece conforme avanzan las horas, porque se presagia ya la llegada del fin de semana y empieza a dejarse ver por el parque González Hontoria gente que no ha podido hacerlo en las jornadas anteriores. Se nota además que es puente festivo en Madrid, no ya porque esta circunstancia facilite la llegada de gente de fuera, sino porque al menos adelanta el retorno de los jerezanos en esa diáspora. Hay casetas que pasan la semana casi sin actividad y que en estas últimas noches cuelgan el cartel de no hay billetes. Casetas que de algún modo recrean aquellas antiguas que fueron presa de la piqueta. Rincones en los que todavía se habla de negocios y nadie lleva zapatos deportivos, pero que no pueden esconder que también allí se vivieron tiempos mejores. Claro que Pemán también dijo que la Feria era “el arte de disimular”. Y en este tipo de casetas se disimula una jartá de bien.

El parque González Hontoria es una ciudad efímera en la que cada cual debe interpretar su papel, incluidos los tropecientos mil inspectores que día tras día recorren casetas y atracciones tratando de velar por el cumplimiento de la ley. Es su trabajo. Si no lo hicieran el común se lo reprocharía. De inspecciones vamos a hablar en el 24 aniversario de la muerte de Lola Flores... “Una pesetita, si cada español pusiera una pesetita...”. Pues eso. Nada nuevo sobre el albero.

Dos alumbrados más y la Feria de 2019 pasará a ser historia. Entonces llegará la hora de los balances, que mostrarán las mismas conclusiones de siempre. La Feria del Caballo es como ese pendiente de oro que tanto trabajito costó ganar, pero que se pierde en un arrebato de genio bajo las cegadoras luces de un escenario. “Íñigo, no lo quiero perder, que mi dinero me costó”. Lola Flores dixit. 

El caballo ganará protagonismo en el Real este viernes

El caballo se convertirá en el gran protagonista de las primeras horas de la tarde de este viernes de Feria. Está previsto que haga acto de presencia en el Real el escuadrón de la Guardia Civil, que recibirá el Caballo de Oro en Sementales. A ese homenaje se sumarán otros jinetes. 

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