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Abandonos de animales de compañía: el cuento de nunca acabar

La protectora de animales jerezana No Me Abandones recibe al día entre diez y quince llamadas alertando sobre posibles casos de abandono de perros

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Una visita a las instalaciones de la protectora de animales No me abandones, en Jerez.

Uno de los perros acogidos en No me abandones

Es el cuento de nunca acabar. El incremento del abandono animal cuando llegan las vacaciones de verano parece todavía un problema imposible de erradicar. Y si no, que le pregunten a la protectora jerezana No Me Abandones que recibe al día entre unas diez y quince llamadas telefónicas alertando de posibles casos de abandono. “Generalmente son llamadas para avisarnos de que han visto algún animal vagando solo o que algún perro está atrapado a pleno sol”, indica Antonio Lendínez, vicepresidente de esta asociación que lleva años en la ciudad intentando dar un hogar a los perros abandonados.

Actualmente acogen a unos 80, menos de los que normalmente han llegado a tener. “Nosotros recogemos a perros abandonados de la calle, pero no podemos recogerlos a domicilio, solo en casos muy extremos. Ni física ni económicamente podemos permitírnoslo”.

Para que puedan ir entrando animales tiene que ir saliendo otros ya que la protectora se niega a hacinar perros en los cheniles. La asociación no recibe subvenciones por parte de ninguna administración y los gastos veterinarios – vacunas, tratamientos, chips, desparasitación, etc.-, y de alimentación recaen en la aportación económica desinteresada y voluntaria. Una aportación, ya de por sí muy valiosa, pero que cobra ahora más valor que nunca teniendo en cuenta que la pandemia ha obligado a cancelar los eventos con los que la protectora recaudaba dinero.


El problema del abandono radica, según Lendínez, en la poca conciencia de lo que significa tener un perro y en las camadas indeseadas “que podrían evitarse con la implicación de los gobiernos para poner en marcha campañas de castración animal” El vicepresidente de la asociación subraya que “existen muchos perros en campos que no están esterilizados y que, lógicamente, acaban reproduciéndose. Sus cachorros son esos perros que terminan sin dueño recalando con suerte en protectoras o en la calle o en una cuneta en el peor de los casos”, asegura Lendínez.

Precisamente en la calle y vagando sola encontraron hace muy poco a Tapioca, una cachorra de nueve meses. La protectora recibió el aviso de que la habían visto por una zona de Jerez, cansada y con bastante miedo. Al cabo de un par de días apareció en mitad de la carretera en otra zona completamente opuesta a la indicada. Ahora Tapioca espera una familia tras la verja de la protectora, ladrando contenta, a cualquiera que se acerque a verla.

A pocos cheniles de distancia del de Tapioca se encuentra Hugo Pastor, un cruce de pastor alemán nacido deuna camada de 13 cachorros. Pronto lo adoptaron, pero cuando cumplió un año fue devuelto porque saltaba la valla del jardín de la casa donde vivía. Así que o amarrado o en la protectora. Desde entonces lleva seis años en el chenil esperando encontrar un hogar. “Es muy posesivo con la comida y los juguetes, le encanta el agua. Se mete en la piscina de la protectora y bucea. Es adorable y con un poco de constancia y normas, un buen perro”, señalan desde No Me Abandones.

“Sabemos lo doloroso que es para un perro ser devuelto a la protectora, así que somos muy escrupulosos con las adopciones. Hacemos una criba muy exhaustiva con cuestionarios y entrevistas pero, aun así, no nos aseguramos que todas las adopciones sean satisfactorias”, asegura Lendínez. “En el tiempo que los voluntarios estamos aquí intentamos darles cariño, limpiarlos, que paseen y tenerlos en las condiciones más confortables posibles. Pero cuando se quedan solos después vuelven a sus cheniles. Sin duda en una casa es donde están mejor”.

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