Resulta insoportable comprobar la amorfa escala de valores que ha contagiado a un porcentaje cada vez más cuantioso de indeseables, indocumentados y obtusos. He escuchado ojiplático en más ocasiones de las que pudiera imaginar cómo andaluces -que no hacían honor a la cultura acogedora, integradora y solidaria del pueblo andaluz- fomentaban la madrileñofobia este verano, al acusar a los visitantes de la capital de España de venir a Andalucía a infectarnos el coronavirus. ¡Qué disparate! Podían llenar hoteles, apartamentos o restaurantes, pero cada vez que se conocía un contagio en tal o cual establecimiento, el dedo acusador señalaba sin pudor estas visitas tan necesarias para el sector turístico. Tengo amigos madrileños que se indignaban con razón y amigos andaluces que se ponían de perfil y callaban ante comentarios o argumentos que rozaban el odio al foráneo. En no pocas ocasiones, salté como un resorte, aunque a veces el cansancio te lleva a refugiarte en el consejo ‘No discutas con un idiota, vaya a ser que te confundan con él’.
Tras la operación retorno, la comunidad de Madrid ha conocido la dimensión preocupante de la segunda ola de la Covid. Y vuelvo a escuchar a los mismos estultos de siempre espetar que debían confinarlos e impedir que salgan de la M40. Opiniones de ciudadanos que juegan sin raciocinio a ser científicos, epidemiólogos, médicos y, sobre todo, racistas ventajistas. Frente a esta ola de insensatez, me van a permitir que mande un abrazo muy grande a los madrileños para decirles que nunca una parte fue el todo y que mayormente los andaluces y el resto de españoles empatizamos con el duro trance que están volviendo a sufrir.
Empatía que nace también de la fobia o los clichés que seguimos sufriendo los andaluces. Entendemos que ahora no podemos pagar con la misma receta a quienes nos atacan por sistema desde el desconocimiento, el prejuicio, el tópico o los intereses espurios. En definitiva, los madrileños tienen que saber que mayormente estamos con ellos. Dicho esto, harían bien en adelante los capitalinos en repudiar los discursos que en los últimos días se atreven a lanzar gratuitamente irresponsables políticos acusando a la inmigración que vive en Madrid de ser la causante de los rebrotes por su laxo cumplimiento de las normas de prevención. A quienes se sumergen en estos mensajes corrosivos, sólo un consejo: no hagas lo que no quieres que te hagan. Y con el agravante de atacar al más indefenso, al eslabón más débil, al inmigrante que ya tiene suficientes penurias como para provocarle más dolor.