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Cuando el coronavirus se convierte en una pesadilla 'recurrente'

Mar y Nuria son dos mujeres de 43 años que llevan desde principios de la pandemia hasta ahora arrastrando síntomas de covid-19

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  • Mar Racero, antes y después de sufrir la enfermedad -

Cómo ha cambiado el mundo desde que comenzó la pandemia? Una pregunta que podría tener infinitas respuestas. Podemos partir con el análisis de la sociedad: ¿realmente hemos cambiado con esta crisis sanitaria? Si es así, ¿cómo lo hemos hecho?. Así hasta llegar a todos los estratos que incumben al ser humano. Pero, quizás, a quienes más ha cambiado la irrupción del covid-19 sea a los sanitarios. Sí, sin ninguna duda, a todos los trabajadores que  han estado y están en primera línea de batalla. Seguramente también a todos aquellos que la han sufrido en sus carnes, aquellos que por fortuna, -y decimos fortuna porque significará que han salido de ésta-, podrán contarlo y reiterarlo tantas veces quieran en un futuro lejano, quizás ya sin ese amargor que aún hoy seguimos sufriendo. Pero en medio de toda esta vorágine de sufrimiento e incertidumbre, hay todavía un grupo al que le es imposible desconectar ni un segundo de  esta terrible actualidad; los que padecen coronavirus persistente.

Ese es el caso de Mar Racero, quien afirma estar sumida en una constante pesadilla desde enero. “Trabajaba en centros escolares y en enero comencé a observar como faltaban muchos niños a clase, pero no uno ni dos, incluso una veintena. Bronquitis, gripe, lo de todos los años, pero ya comenzaba a ser más anormal. Coincide además con una huelga del personal de limpieza en algunos colegios. Y es en ese mes, enero, cuando yo cojo lo que en principio es una faringitis aguda, así que pensé que era lo mismo por lo que estaban pasando los niños. Días después es cuando pienso que me moría. Comencé con un cuadro de vómitos y mareo, lo que me hace entrar por primera vez a las puertas de un hospital. Estaba totalmente agotada.  El diagnóstico que me dan es en teoría que tengo el síndrome de Ramsey Hunt, parálisis facial con un Herpes Zoster. Las visitas al hospital comienzan a ser cada vez más frecuentes, ya en el mes de febrero, cuando se supone que aún no había covid-19 en España, mis dolores van en aumento, febrícula, una sensación muy rara en la garganta como si tuviera llagas y pompas, y por supuesto también mi ojo sigue hundido. En febrero contemplan la opción de dejarme ingresada en el hospital y hacerme los correspondientes análisis, pero al haber tanta gripe A, sólo me hace punción lumbar y para casa”. La pesadilla de Mar no queda ahí, continúa hasta el punto de llegar a perder 27 kilos, con unos resultados de analíticas preocupantes y teniendo que utilizar un andador.

Hace unos meses, se comienza a hablar de covid persistente, personas que se contagiaron en la primera ola, algunos sin diagnósticos, y  que siguen con síntomas después de todos estos meses. “En su mayoría corresponden a mujeres que se contagiaron de covid-19 durante la primera ola, de unos 40 a 45 años, pero también hay hombres que presentan cuadros compatibles con el virus. En su mayoría sanitarios. Algunos sin diagnosticar porque no había test entonces”, explica Alicia Montero, enfermera del Hospital de Puerto Real que ha estado al pie del cañón todos estos meses.

Es entonces cuando Mar comienza a pensar que lo suyo podría ser covid persistente, pero que después de tantos meses si se había contagiado por coronavirus a principios de la pandemia, si le hacían analíticas, no habría resultados claros. “Me comentan profesionales sanitarios que mis síntomas encajan con los de covid persistente. Tengo manchitas rojas en relieve muy juntas por la barriga y brazos, sigo sin hambre, con febrícula y cansada todo el tiempo. Llevo de baja desde febrero, ahora la han denominado como fiebre post vírica, pero es necesario que se reconozca como enfermedad porque en el trabajo me han anunciado que contarán conmigo”.

Historia similar es la que está viviendo Nuria Hernández Muriana, quien al igual que Mar, con 43 años, también está sufriendo covid persistente. La diferencia más característica está en que a ella sí le  diagnosticaron covid-19 a finales de marzo. “Soy diabética e hipertensa, y a finales de marzo empecé con casi todos los síntomas del coronavirus; tos, diarreas, dolor de cabeza, dolores musculares, perdida de gusto y olfato, y sensación de asfixia. Cuando me dieron el positivo en el Hospital Virgen del Rocío, me tuve que aislar de mis padres, e irme sola a mi casa de Bormujos. A los días me tuvieron que llevar en ambulancia al hospital porque ya no podía ni conducir, el resultado es que tenía neumonía bilateral, me dejaron ingresada unos días y para casa. Estuve aislada en casa 63 días, en los que seguía dando positivo hasta que me hice una segunda serología por mi cuenta y por fin salió negativo”.  Aún así, Nuria también ha perdido 27 kilos, no tiene apetito, tiene pérdida de memoria y de concentración, y tareas tan básicas como hacer la cama o ducharse les son  ahora imposibles.

 Existen  ahora colectivos autonómicos de  covid persistente, de los que ya forman parte  más de 2.000 personas, aunque no todas las que lo sufren están dentro.  Desde los colectivos insisten en que en España deberían llevar un seguimiento más riguroso, puesto que  la OMS ya ha reconocido que hay pacientes que presentan síntomas de coronavirus a largo plazo. Pero también quieren dar las gracias a la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia que ya están estudiando estos casos, y que recientemente han publicado una infografía con la sintomatología persistente.

 

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