Tras una semana viendo a los sanitarios casi suplicar que nos quedásemos en casa para frenar la propagación del coronavirus, el 14 de marzo de 2020 el presidente del Gobierno declaraba el estado de alarma y decretaba un confinamiento domiciliario que, en principio, iba a durar 15 días y que, finalmente, se alargaba hasta el mes de mayo, con el inicio de la desescalada. Comenzaba una lucha contra un virus que todavía hoy continúa y que se ha cobrado a miles de víctimas en todo el país, 277 en Jerez. Un virus cruel que no entiende ni de planes ni de proyectos de vidas.
No hay nada más valioso que la vida de las personas que se quedaron en el camino y de las que siguen batallando, pero en este reportaje también hemos querido echar la vista atrás y recopilar historias de jerezanos a los que la pandemia también les ha robado, en cierta manera, una parte de su vida, como el día de su boda con el que tanto tiempo llevaban soñando Mari Carmen y Gonzalo, que esperan que a la tercera sea a la vencida y puedan casarse. Estefanía también narra en primera persona cómo ha sido su estreno en la maternidad en plena segunda ola de la pandemia tras dar a luz a Leo, al que todavía no han podido conocer toda la familia y amigos después de cuatro meses, mientras Mauro relata su viaje frustrado de fin de curso a Palma de Mallorca y Pilar cuenta las ganas que tenía de comerse el mundo tras acabar de superar un cáncer cuando comenzó la crisis sanitaria.
Mari Carmen Sisto: Hace dos semanas que aplazó su boda por segunda vez: “Ese día queremos abrazar a la familia y a los amigos”
Seis días antes de la declaración del estado de alarma por la crisis sanitaria, Mari Carmen Sisto y su prometido, Gonzalo García, habían pagado los 3.000 euros de reserva de su viaje de novios en una agencia de viajes de Madrid, donde esta pareja de jerezanos reside por motivos laborales desde 2017. Su idea inicial era ir a Japón, pero “como la cosa se estaba complicando en Asia”, cambiaron de planes y decidieron irse de luna de miel a la costa oeste de Estados Unidos. Se casaban el 26 de septiembre de 2020, con 200 invitados, pero “viendo que la cosa se complicaba e iba para largo”, decidieron aplazar el enlace.
La segunda fecha que cogieron “sin mucha esperanza” después de que en enero “se pusiera la cosa fea” fue el 12 de junio de 2021. Pese a las “facilidades” que les han dado en todo momento proveedores, así como en la iglesia donde será la ceremonia y en la bodega donde harán la celebración, tampoco lo veían claro. Finalmente, hace dos semanas, decidieron posponerla a junio de 2022 para dar más plazo para que “la mayoría vayamos vacunados” y todo esté más calmado. “Ya en junio de 2022 nos casamos aunque se acabe el mundo. Lo hemos pasado mal porque es una etapa que no cerramos, pero me vi sola, sin mi madre, en la primera prueba del traje de novias, y no quiero verme así el resto de pruebas. Que mi madre no pueda verme vestida de novia hasta el día de mi boda me parece triste. Una boda se organiza con mucha ilusión, y que el día de nuestra boda no podamos abrazar ni a nuestros amigos, ni a nuestra familia y ver a la gente reticente con el contacto físico... Mis padres viven soñando con el día de mi boda -explica, y quiero que lo recuerden de la mejor manera y que no me vean llegar con una mascarilla. Es un día muy bonito que nos va a marcar para siempre y no quiero recordarlo con los agobios y la incertidumbre de los preparativos, sino con ilusión, no con la gente acojonada esperando tu boda”, asegura esta periodista jerezana de 30 años, que cuenta que muchos de sus amigos “han respondido con alivio” cuando les han comunicado que el enlace será para 2022. “Faltaban tres meses para casarnos, y hay muy poca gente vacunada. Me han dicho que es lo mejor que hemos hecho, al igual que mis padres, que siempre me han apoyado”.
Estefanía del Valle. Madre de su primer hijo en la pandemia. “Me preocupa cómo le afectará a mi hijo en su desarrollo personal no ver a casi nadie y que todos lleven mascarilla”
Estefanía del Valle nunca se imaginó que pasaría el embarazo de su primer hijo confinada ni que a los cuatro meses de venir al mundo aún habría familiares y amigos que seguirían sin conocer al pequeño Leo. Estaba de un mes y medio cuando se decretó el estado de alarma. Hacía muy poco que lo sabía. “No dio tiempo a que se enterara casi nadie, y al principio estuve agobiada porque me cancelaron varias pruebas del primer trimestre”, relata. Cuando empezamos a poder salir en la desescalada, ya tenía barriguita. Las cosas habían mejorado, pero en noviembre vino la segunda ola, y su hijo vino al mundo el día 7, cuando todo empezaba a complicarse en el Hospital de Jerez, una semana después del puente de Todos los Santos. El parto fue duro y largo -13 horas-, por lo que su marido y ella agradecieron la tranquilidad que vino después en la habitación, donde estaban “desconectados del mundo” y “sin estar pendiente de visitas”, pero eso no quiere decir que no echaran de menos a su familia más cercana.
“Raúl lo pasó mal, yo no era tan consciente porque estaba dando a luz, pero el estaba solo todo el tiempo, esperando el nacimiento de su primer hijo. Y ya cuando nació, yo estaba muy dolorida, con una contractura en el cuello. Necesitas ayuda, que te digan cómo cogerlo, cómo darle el pecho, una voz experta de alguien conocido, aunque el personal médico esté ahí”, relata a este medio. Como ocurrió durante todo marzo, las videollamadas se convirtieron en el canal preferido para estar más cerca de los suyos. Fue así como presentaron a Leo a los abuelos y a los tíos, mientras enviaban fotos al resto de familiares y amigos.
Ya en casa, la única persona que iba a ayudarle cada día era su madre. No ha habido más visitas. Cuando se recuperó un poco, quedaba con algunas de sus tías y sus primos para que lo vieran “paseando por la calle y con mascarilla y distancia de seguridad. Así han conocido al bebé de la familia, pese a que era el primero y muy esperado”, señala Estefanía, que asegura que “todavía nadie, salvo sus padres, le han dado un beso al niño” para protegerlo. “Es que lo ves tan pequeñito, tan tierno, tienes ganas de comértelo y de que todo el mundo lo conozca, y todos le esperaban con mucha ilusión”, explica, sin ocultar su preocupación porque las circunstancias actuales puedan pasarle factura. “Pienso mucho en cómo le puede afectar a su desarrollo personal a la hora de hablar y si hablará más tarde, porque él ve a todo el mundo con mascarilla, y los niños imitan los gestos de la boca de las personas. No ve a casi nadie, a un círculo muy reducido”.
Pilar Sañudo. Superó un cáncer tres meses antes de la pandemia. “Casi no me dio tiempo a celebrar la noticia de que estaba curada”
Pilar Sañudo, de 66 años, encaraba 2020 con más ganas de vivir que nunca. No le pedía demasiado a la vida, más allá de “de entrar y salir con mi familia y de disfrutar de mis nietos todo el tiempo”, después de haberle visto “las orejas al lobo”. A finales de noviembre de ese año, su hematóloga le había dado la mejor de las noticias: estaba curada del cáncer linfático que le diagnosticaron apenas 15 días después de perder a su marido también por esta enfermedad. Una vez que su doctora le confirmó que el duro tratamiento al que tuvo que ser sometida había funcionado, y que sólo tendría que volver al Hospital de Jerez para sus revisiones periódicas, Pilar sólo quería “vivir el día a día” y “reunirme con mi familia para almorzar en la calle, ir de compras, al teatro y al cine y hacer algún viaje", en definitiva: vivir y recuperar el tiempo que la enfermedad le había robado. Casi no le había dado tiempo a asimilarlo cuando el coronavirus irrumpió en nuestras vidas y la encerró en casa, obligándole extremar las precauciones por ser colectivo de riesgo.
Ahora era la pandemia la que volvía a arrebatarle otro año de su vida, justo en el momento en el que empezaba a recuperarse y a ver la luz después de haberlo pasado tan mal y de no haberla tenido todas consigo. Entonces ni sospechaba que esta situación iba a alargarse tanto tiempo. “Tenía mucha ilusión por la noticia de que estaba curada y por vivir, pero casi no me dio tiempo a celebrarlo, ni a nada. Fue salir de una enfermedad, meterme en otra y encerrarnos en casa sin poder hacer nada”. De nuevo, el confinamiento le privaba de pasar tiempo con su gente, sus nietos y de disfrutar de las pequeñas cosas que hoy en día todos seguimos echando de menos.
Ahora lo que más desea en el mundo es “que pase todo esto y podamos salir como antes, tomarte una cerveza tranquila y no ir temiéndole a todo”, indica, consciente de que todavía va a hacer falta mucho tiempo para que todo vuelva a ser como antes de la pandemia. Tiene confianza en las vacunas y en que poco a poco “todo vaya mejorando”, independientemente de que para volver a la normalidad que tanto echa de menos aún no haya fecha.
Mauro Fernández. Estudiante de 1º de ESO: “Teníamos mucha ilusión. Era nuestro viaje de fin de Primaria, la primera vez que nos íbamos todos juntos”
Mauro Fernández y sus compañeros de quinto de Primaria de su colegio ya sabían hasta con quiénes compartirían las habitaciones en el hotel de Palma de Mallorca en el que se alojarían en su viaje de fin de Primaria. Era el primero que iban a hacer todos juntos para despedir este ciclo, y llevaban dos cursos realizando actividades, ventas de bocadillos y fiestas para recaudar el dinero para esta aventura. Sólo unos días antes a la declaración del estado de alarma, los padres habían abonado el importe completo, que les devolvieron antes de acabar el curso.
La pandemia los mandó a casa y les robó la que debería haber sido una de las mejores experiencias de esta etapa educativa, a buen seguro responsable de crear uno de los mejores recuerdos del colegio y que suele marcar a los alumnos. “Teníamos mucha ilusión. Era la primera vez que nos íbamos todos juntos: el avión, una semana en Palma de Mallorca, íbamos a nadar con delfines, a ir a Formentera... nos dio mucha pena”, reconoce Mauro, que asegura que al principio “aunque no estábamos seguros al cien por cien”, tenían esperanzas de poder ir. Unas esperanzas que se desvanecieron pero a medida que la situación se fue complicando. No todo está perdido. En Secundaria si todo va bien, se irán de viaje de fin de ciclo a Londres, en el que tienen depositadas todas sus expectativas. “Yo creo que sí, que a Londres sí podremos ir esta vez todos juntos. Aún tenemos tiempo para que todo se normalice”, concluye.