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El vino de Jerez vuelve a dar la vuelta al mundo y a hacer historia

El Elcano llevó en su travesía durante la vuelta al mundo dos medias botas de vino de jerez que ha envejecido sometido a todos los vaivenes del mar

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  • Las botas de Viña AB listas para el desembarco -

El Buque Escuela de la Armada Española Juan Sebastián Elcano que regresó el pasado domingo a Cádiz, llevaba una carga muy especial: un vino de Jerez que ha envejecido sometido a todos los vaivenes del mar que un barco puede afrontar al dar una vuelta completa al mundo.

Se trata de dos medias botas de Amontillado Viña AB "Estrella de los Mares", un vino de Jerez con el que la bodega González Byass ha hecho historia al recuperar una vieja tradición, la de envejecer los caldos en largas travesías marítimas, lo que les permitía alcanzar una calidad que también hacía aumentar su precio.

"Desde el siglo I se conoce, Plinio el Viejo ya hace alusión a los embarques de vino y Miguel de Cervantes también los mencionó", cuenta a EFE José Argudo, gerente de marketing de la bodega jerezana.

Pero la gesta en concreto que estas dos medias botas, con 250 litros cada una de ellas, han tratado de reproducir es la que hicieron otros vinos de Jerez hace 500 años en la primera circunnavegación del mundo que comandaron Magallanes y Elcano, cuya relevancia histórica se ha comparado con el primer viaje a la Luna.

Los cinco galeones que hace 500 años salieron de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y realizaron durante tres años la mayor hazaña náutica de la historia iban cargados de 353 barriles y 417 botas de vino de Jerez.

"Dicen las crónicas que se invirtió más en vino que en armamento", explica José Argudo.

Este vino no fue una gentileza de los organizadores de esta expedición, financiada por la corona española, para los 234 marineros que se embarcaron en un viaje tan peligroso que sólo regresarían dieciocho.

El vino formaba entonces parte de una especie de "convenio colectivo" de los marineros de la época. Hasta el punto de que estaba reglamentado que para soportar la vida a bordo tenían derecho a media azumbre diaria de vino (un litro), que no debían tomar de golpe, si no repartidos en "cuatro de cuartillos" a lo largo del día. Con él se hacían también, por ejemplo, los servicios religiosos.

De todos los vinos que se embarcaban, los de Jerez eran los que más aguantaban y mejor envejecían en el mar y por ello, eran los últimos que se consumían en las travesías.

"No se sabía por qué, parecía que mejoraban de forma accidental", cuenta.

Las bodegas y los comerciantes empezaron a aprovechar este sistema para envejecer vinos, algo que dio lugar a refranes como "el buen vino de Jerez si al partir valía 5, mareado vale diez".

"Comenzó a ser habitual mandar vinos en viajes redondos" para aumentar su calidad.

En algún documento se plasmó la explicación científica que se dio al fenómeno después: la temperatura estable de las bodegas de los barcos y, sobre todo, la micro-oxigenación que el vaivén continuo del mar daba a los vinos, dándoles "una armonía excepcional".

En los archivos de González Byass tienen documentadas esas travesías desde 1838, cuando sus botas viajaban en barcos desde Cádiz a Manila y vuelta.

La costumbre se perdió "seguramente a finales del siglo XIX".

González Byass decidió recuperarla en 2018, cuando se iniciaron los actos de conmemoración del quinto centenario de la primera vuelta al mundo y la bodega embarcó "de forma testimonial" un Palo Cortado en el anual crucero de instrucción que hizo aquel año durante seis meses el Buque Escuela de la Armada Española.

"No habíamos podido constatar hasta ese momento cómo todo lo que habíamos leído sobre esos vinos de ida y vuelta se plasmaba", apunta.

Y el 24 de agosto de este año, cuando el "Juan Sebastian Elcano" salió de Cádiz con el propósito de que su 93 crucero de instrucción diera la vuelta completa al mundo con motivo de la conmemoración del quinto centenario de la primera circunnavegación de la Tierra (1519-1522), la bodega decidió embarcar dos medias botas de 250 litros cada una de un amontillado fino con doce años de envejecimiento.

Tras 241 días de travesía en la bodega del barco, y después de recorrer 35.000 millas náuticas, las dos botas han salido ya del barco y han sido conducidas a la bodega jerezana, donde esta tarde el presidente de González Byass, Mauricio González-Gordon, y el comandante del Buque Escuela, Santiago de Colsa, las abrirán en una ceremonia y comprobaran cómo ha afectado a este caldo el periplo.

"Es un vino histórico. Es un sorbo de historia", asegura José Argudo.

Tras esa primera cata, la bodega tiene intención de embotellar una edición conmemorativa. "Será muy reducida. Se habrá producido evaporación y concentración en estos diez meses. No sabemos la cantidad que habrá", añade. 

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