Arde Sierra Bermeja. No es la primera vez. Estepona todos los años es noticia en los medios de comunicación por algún incendio de mayor o menor virulencia. En esta época, con el terreno seco y con viento de poniente, la catástrofe está servida. Ahora es peor. Desde la noche del miércoles la sierra, ese manto verde plagados de árboles mediterráneos que corona en Peña Blancas con el bosque de pinsapos, único en Europa, está en llamas.
Aterra ver una simple fotografía, comprobar que urbanizaciones consolidadas como las Abejeras o Forest Hills tienen que ser desalojadas, más de mil personas obligadas a abandonar sus casas, que Montemayor se puede convertir en el camino para propagar las llamas más allá y entrar en Benahavís, ese otro paraíso medioambiental. A la espalda, Genalguacil y Jubrique lloran el miedo que causa el confinamiento decretado ante la aparición del pirocúmulo, esa nube que nadie hasta ahora sabía lo que era, certificando que los incendios pueden ser de sexta generación también en España, no sólo en Australia o Estados Unidos como alguna vez habíamos visto en los telediarios.
No es un incendio tradicional de matorral y monte bajo, éste es más letal. El fuego se cobra miles de hectáreas de arbolado y arrasa con la fauna a paso firme, llevándose por delante la vida de un trabajador del Infoca y la propia vida de la sierra.
El origen de la tragedia parece evidente. El inicio de la catástrofe tiene nombre y apellidos, un malnacido que llevará en su conciencia, suponiendo que la tenga, la vida de un ser humano y la destrucción de un entorno que necesitará de varias décadas para recuperar parte de su esplendor.
Los servicios de extinción se han volcado, desde el primer minuto, sabedores de que estaban ante un siniestro diferente, con condiciones climatológicas extremadamente adversas, con un terreno muy abrupto que hace fácil la propagación. Todos contra el fuego, como en el eslogan de aquellas campañas de los noventa.
El alcalde de Estepona, José María García Urbano, al igual que sus homólogos de Genalguacil y Jubrique, está consternado, la preocupación por la cercanía de las llamas a núcleos urbanos, a los diseminados tan frecuentes en la zona, es evidente. José Antonio Mena, alcalde de Benahavís, implora para que el fuego no se le cuele de lleno, sin invitación, en su municipio.
El consejero de Presidencia, Elías Bendodo, con rictus de tristeza, ofrecía la versión institucional. Él conoce a la perfección la zona, ahí está el refugio donde recarga pilas con su familia. Tiene toda la información sobre el siniestro de primera mano. Aterrador, muy difícil de controlar, posiblemente, como se apuntaba en el centro de control, “el incendio más complicado producido en Andalucía”.
Arde Sierra Bermeja, desolación, incertidumbre y miedo van cogidos de la mano. Tristeza en las calles de los municipios afectados, ceniza que cae como lluvia fina, humo que todo lo impregna llegando incluso a la capital de la provincia.
Todos los incendios duelen, pero confieso que éste me afecta de manera especial, se ha llevado la vida de una persona y está quemando parte de mi vida vivida y también la de familiares y amigos.
En unos días se extinguirá, los retenes volverán a sus bases, se concluirá la investigación e incluso se localizará al autor o autores, se harán planes de recuperación y reforestación para la zona, pero ya nada será igual, una muesca quedará para siempre en el recuerdo de todos los que están padeciendo este horror.
Decía el profesor Ángel Enrique Salvo Tierra, columnista habitual de Viva Málaga, que acontecimientos de esta magnitud, de origen natural e incierto o, como ahora, provocados por la mano del hombre, van a ser más frecuentes. Nos tenemos que preparar para episodios de altas temperaturas, de lluvias torrenciales e inundaciones. El cambio climático es irreversible, se nos ha pasado la hora para darle solución, que quizá se podría intentar pero que nadie está dispuesto a renunciar a una parte de las comodidades adquiridas que nos han conducido a este punto. Lástima.