—Resuma su infancia.
—Nací en Estepona (Málaga), y cuando tenía unos tres o cuatro años mi familia se vino para Algeciras. Mi padre era carpintero y aquí fue oficial del Ayuntamiento y hacía las carrozas, los escenarios del parque…
—¿En qué zona residió?
—Viví en la calle Sevilla, frente al cine. Posteriormente en la calle de Las Huertas, en un patio de unos familiares. Después, nos trasladamos a la barriada de La Bajadilla, que es donde me he criado.
—¿Fue al colegio?
—Estuve en el colegio público nacional, también estuve un año en Los Salesianos que estaba frente al Teatro Florida en El Carmen, pero a los diez años mi padre me colocó en un taller de escayolas que había en la calle Munición, propiedad de don Juan Letamendía, que era suegro de Emilio Ríos, el panadero, donde permanecí unos años, hasta pasarnos a un taller que tenía en la calle Teniente Mirada.
—¿En qué otro taller de escayolas trabajó?
—Posteriormente, me fui con Eduardo Longario Sarmiento, que era otro profesional de la escayola, estando un chorro de años con él. Y después estuve trabajando de un lado para otro hasta que me fui al Servicio Militar.
—¿Dónde la hizo?
—En el campamento en Cerro Muriano, y después me destinaron al Cabo Camarinal, donde lo pasé muy mal porque la comida era escasa y fatal. Posteriormente, estuve un año en el Regimiento de Artillería 5 de Algeciras, en donde encontré excelentes profesionales y me fue mejor. Pero en ese periodo de tiempo falleció mi padre.
—Una vez licenciado, ¿qué hizo?
—Me tuve que buscar la vida y trabajé muchas veces por mi cuenta. Y me hice un escayolista medio en condiciones, considerándome un buen profesional.
—¿Cuándo conoció a su señora?
—Cuando yo tendría unos 16 años y ella unos 15. Teníamos picú e íbamos a bailar a los patios de vecinos. Y a una casita de la Fuente Nueva llamada Villa Palma, propiedad de un amigo llamado Juan Luis. Teníamos la Peña El Ritmo, y guardo algunos discos de aquella época. Estuvimos siete años de novios juntando y luchando, nos casamos y tenemos dos niñas maravillosas, un nieto y tres nietas.
—¿Qué representa su mujer para usted?
—Mi mujer es el pilar más grande que he tenido, porque ha bregado conmigo y vamos a todas partes juntos. Eso es una lotería porque además mis suegros, mis cuñados y demás familia han sido y son extraordinarios.
—¿Cómo está actualmente la profesión de escayolista?
—Para qué vamos a hablar de eso, porque la situación está fatal al haber sobre un 50% menos de trabajo. Pero vamos tirando por mi cuenta y no me puedo quejar porque me voy manteniendo. Aunque la gente no se mete en obras debido a la gran crisis económica que existe.
—Usted no es un simple escayolista, porque me consta que ha estado en la Escuela de Arte y Oficios de Algeciras.
—Estuve unos seis años en la escuela que había en la calle San Antonio. Y allí los hermanos José y Manuel Salvo me enseñaron a modelar, vaciar las piezas, dibujo artístico…
—Diga una de sus obras que tenga en alguna calle o plaza de Algeciras.
—El escudo de Algeciras que hay al inicio de la callejuela frente al Bar Rebolo de la calle Sevilla lo hice yo siendo un crío, estando en el taller de don Juan Letamendía.
—¿Qué opina de la penosa situación que atraviesa desde hace unos años la Escuela de Artes y Oficios de Algeciras?
—La observo muy abandonada, siendo una pena, y debería la escuela tener un apoyo total por parte de las instituciones.
—¿Ha impartido clases en algún centro?
—Impartí clases en el colegio Alima, detrás de El Corte Ingles. Enseñé a una veintena de muchachos tallas, columnas, decoración moruna etc.
—¿Cuántos años estuvo?
—Estuve un año, pero el asunto era para más tiempo. Aquello duró poco porque se acabó el presupuesto… pero en fin, yo podría enseñar bastante de lo que he aprendido a muchos escayolistas, porque un escayolista no se dedica simplemente de poner una moldura o hacer un techo. La escayola es muy extensa y lamentablemente se están perdiendo hacer moldes, arcos… Y si no saben hacerlos. Los compran hechos y se tienen que amoldar a las ofertas del mercado.
—Vive muy profundamente las fiestas y actos algecireños.
—He sido socio de varias peñas, entre ellas la de Miguelin, Los Palmeros y en Los Especiales. Llevo muchísimos años. Y siempre me he metido en los laberintos de ayudar. En Los Especiales me dieron un buen sitio. Y he estado colaborando haciendo las fachadas de la caseta de feria, en carnavales, en la cruz de mayo, en la sede de la peña siempre al son de ellos. Porque todos trabajamos a una llevándonos muy bien al ser esta peña una gran familia.
—¿Todas sus obras artísticas por y para Algeciras?
—Estoy siempre pensando haber lo que hacemos sobre cosas de Algeciras, porque como estoy por la ciudad de aquí para allá me fijo en todos los detalles de las fachadas, calles, plazas, edificios, establecimientos etc.
—¿Qué Algeciras se encontró en su infancia?
—Aquella Algeciras de mi infancia era preciosa, porque siempre, yendo para mí trabajo, pasaba por la Plaza Alta y por la calle Convento. Siendo un crío, también estuve ayudando varios meses en la librería Belmonte, así como en Roca el de los televisores y radios, que estaba junto a lo de Martín Sevillano. Por lo tanto, soy de Algeciras el 99,99 por ciento, ya que tan sólo me ha faltado nacer aquí.
—¿Su lema en esta vida cuál ha sido?
—Siempre ha sido portarme bien y hacer mi trabajo honradamente. Me siento muy orgulloso de ir por la calle y de no tener que agachar la cabeza, al no haber tenido pegas con nadie.