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La tribuna de Viva Sevilla

¿Magallanes o Elcano?

Manuel Vigil-Escalera Pacheco critica en este artículo el excesivo protagonismo dado a Magallanes en detrimento de Elcano.

Cada día me resulta más difícil entender lo que, en muchos aspectos, sucede en Sevilla y, por supuesto, en España. Hace unos días, se inauguraba un nuevo parque junto a la hoy llamada Torre Sevilla. Se le dedica a Fernando de Magallanes, insistiéndose en numerosos medios de comunicación, que es el justo homenaje al portugués al conmemorarse próximamente el V centenario de la primera vuelta al mundo. Lo que a  continuación escribo no descubre nada; todo es sabido, pero al parecer poco conocido o incomprensiblemente ignorado.

Magallanes, después de no ser atendido por sus compatriotas, logró convencer a Carlos I de que era posible alcanzar las islas de la Especias (las Molucas) siguiendo la primitiva idea de Colón: navegando hacia el Oeste. Sólo era necesario  descubrir el ansiado paso hacia el mar del sur descubierto por Balboa. Al frente de la Armada de las Especierías su propósito no era, por tanto, dar la vuelta al mundo sino, de paso, demostrar que las islas, con las que ya comerciaban los portugueses, estaban dentro del área de influencia concedida a Castilla en virtud del tratado de Tordesillas. Magallanes, tras numerosas penalidades logró encontrar el paso que, con toda  justicia, lleva hoy su nombre, y después tuvo  el arrojo  de  adentrarse en aquel mar al que denominaron Pacífico .

Pero ni las Molucas estaban en la zona Castellana, ni él las alcanzó, puesto que murió antes. Sí lo hicieron los dos barcos que en aquel momento quedaban: Trinidad y Victoria. Fue entonces cuando Juan Sebastián Elcano, al mando de la Victoria, piensa no realizar el tornaviaje por donde habían venido (cosa que intentó hacer la Trinidad y no pudo, resultando finalmente capturada por los portugueses) y con notable determinación decide continuar navegando hacia el oeste, con lo que de hecho estaba realizando la primera circunnavegación del Globo que concluiría en Sevilla el 8 de Septiembre de 1522. No es mi propósito, ni tengo autoridad para ello,  ensombrecer la figura del portugués, pero el mérito es de Elcano. Pigafetta, cronista del viaje, encumbra a Magallanes e intenta ocultar el papel del español, cuando el honor -en el mejor de los casos- debe compartirse.

Magallanes desobedeció reiteradamente las órdenes recibidas del emperador tras las capitulaciones de Valladolid (su imprudencia le costó la vida), no siguió las acostumbradas reglas que regían en aquellos viajes, ocultó el rumbo, no consultó con  los demás capitanes y además fue especialmente cruel con los españoles tras el motín (en parte motivado por la oscura conducta del portugués) condenando  a muerte a 40 personas, sustituyéndolos por portugueses. Luis de Mendoza y Gaspar de Quesada fueron decapitados y descuartizados y a Juan de Cartagena -que con arreglo a las órdenes del emperador comandaba la expedición- lo abandonó en una isla. Incluso Elcano estaba condenado.

Las demás sentencias fueron conmutadas a cambio de duros trabajos de reparación en las vapuleadas naves. No obstante, también merece recordársele aquí pues, justo es decirlo, dejó escrito en su testamento, otorgado poco antes de partir y que se conserva en el Archivo de Indias que, a costa de lo que obtuviera tras el viaje, se socorriese a pobres de la ciudad. Pero si el parque supone un homenaje a la gesta, Elcano no puede estar ausente aunque ya tenga una calle y un monumento. Vuelvo al comienzo de estas líneas. Nunca he entendido cómo esta ciudad tiene monumentos a Bolívar o San Martín y olvida a compatriotas que dieron lo mejor de sí en defensa de España. Sirvan de ejemplo Blas de Lezo o nuestro propio paisano Luis de Córdova, artífice de otra de las  mayores derrotas navales infligidas a los ingleses que casi nadie recuerda y que ellos, evidentemente, no insisten en pregonarla.

O incluso fuera del ámbito militar (aunque lo fuera) al médico Fidel Pagés Miravé, que ideó la epidural y al que tanto deben las embarazadas. No sé si en otros países -incluido Portugal- existe algún monumento en memoria de Elcano y de su hazaña. Me alegraría equivocarme. Lo que sí sé es que, por lo pronto, en el museo naval de Londres, una placa le adjudica la primera vuelta al mundo a Drake. Y que el descubrimiento de numerosas islas del Pacífico es atribuido tanto a Drake como a Cook, cuando decenas de años antes fueron avistadas por vez primera por humildes navegantes españoles cuyos nombres nadie recuerda aquí. Menos mal que el buque escuela de nuestra armada, que rememora año tras años aquella primera circunnavegación, lleva su nombre, no el del portugués.

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