Imaginen, solo imaginen, por un momento, que el presidente del Betis, señor Haro, o del Sevilla, señor Castro, se atreviera a convocar una rueda de prensa en la que anunciara con el beneplácito de Quique Setién, o de Pablo Machín, que se han desprendido de tres de sus mejores jugadores, Bartra, Guardado y Loren, o de Banega, Sarabia y Kjeer, a cambio de cinco benjamines, con buena pinta pero infantes al fin y al cabo y que no contentos con tal dislate calificaran en tono triunfalista, que ésta es la mayor compra de jugadores de la historia del club.
Deduzcan, solo deduzcan, a continuación, la sorpresa, los chascarrillos, las afiladísimas preguntas de los periodistas deportivos, los hirientes artículos en la prensa del día siguiente, la ira, las lágrimas por la pérdida de patrimonio del club, y en este orden y en las infinitas barras de los infinitos bares de esta ciudad los lamentos, el crujir de huesos, la santa indignación de las aficiones, la preparación de las pancartas para las más que probables manifestaciones que recorriendo las calles pedirán reparación y justicia y en definitiva la más que probable huida de la ciudad de los protagonistas como única manera posible de acallar las protestas.
Volviendo, qué remedio, a nuestra no tan prosaica realidad deben saber que nuestro concejal, David Guevara García, convocó una rueda de prensa el pasado 14 de Noviembre en la que anunció, acompañado de Adolfo Fernández Palomares, director de Parques y Jardines, también en tono triunfalista, que a cambio de los 3.000 árboles talados, de noble porte y altura, se iniciaba la mayor plantación de la historia de la ciudad: nada menos que 5.000 benjamines. Ahí queda eso.
No sabemos qué preguntas hicieron los periodistas ¿arbóreos? que acudieron a la convocatoria. El Ayuntamiento cortó la retransmisión en directo cuando éstas empezaban. Sí sabemos que al día siguiente no leímos hirientes artículos en la prensa, ni barra de bar alguna fue mojada por siquiera una lágrima, aunque fuera furtiva, ni en la negra noche pancarta alguna fue velada por hordas de indignados ante la tremenda e irreversible pérdida de patrimonio verde.
Se estiman en 50 los plantones necesarios para que compensen la producción de oxigeno de un árbol adulto. De manifestaciones y huidas clandestinas al alba ni rastro. Lógico. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que es más importante el fútbol que el aire que respiran nuestros hijos. Y en la misma lógica (difusa) importa poco también que Adolfo Fernández prometiera que no quedaría un alcorque vacío al término del mandato, que David Guevara prometiera publicar el plan de plantaciones, que el Pleno aprobara publicar el inventario de árboles o que no se esté cumpliendo el PGOU en cuanto a que hay que plantar cinco árboles por cada uno talado.
En esta ciudad las palabras y las promesas las trae el Poniente y se las lleva el Levante. Mal Siroco tendría que darle al alcalde para cesar a estos dos por unas palabras mal dichas. Así que ahora, sin vendaval a la vista, disfrutamos día sí, día también, para ejemplo de generaciones futuras, pasadas y presentes, de innumerables sesiones de fotos en las que admiramos, junto a varios operarios plantando un naranjito, el rostro relajado, complaciente y sonriente de nuestro concejal, que no sólo no ha tenido que huir de nuestra ciudad sino que va camino de convertirse en leyenda urbana.
Sugerimos desde aquí a Juan Espadas, inefable coleccionista de tocones, que cuando acaben las plantaciones haga un paquete con las innumerables fotos y las mande todas juntas a Bruselas. Es inconcebible e insultante que le denieguen a Sevilla año tras año la capitalidad verde europea. Este partido está ganado.