El clima de la tierra está cambiando a un ritmo que no tiene precedentes cercanos. La temperatura global de la superficie del planeta se ha incrementado en +0.85°C en el periodo 1880-2012, y para final del presente siglo podría llegar a los + 4.8°C. El cambio climático ya está alterando al funcionamiento de los ecosistemas y a la distribución de la biodiversidad, afectando a más del 80% de los procesos biológicos. Las precipitaciones se han incrementado en las latitudes medias-altas, disminuyendo la extensión global de la cobertura de los hielos y aumentando el nivel de los mares
. El actual incremento de la temperatura es el resultado de un aumento en la concentración del dióxido de carbono presente en la atmósfera, que incrementa el efecto invernadero, reduciendo la pérdida de calor del planeta. Como resultado del uso de combustibles fósiles y otras actividades humanas, la concentración atmosférica de CO2 se ha incrementado un 32%, desde la era preindustrial.
El aumento de la temperatura en la superficie del planeta incrementará la frecuencia e intensidad de eventos extremos, incluyendo tormentas tropicales, ciclones, inundaciones, olas de calor, inviernos muy fríos y sequias. Las estimaciones actuales indican que las isotermas del mes de julio se mueven hacia el norte, en el hemisferio norte, a una velocidad de 4-5 Km por año. La velocidad del cambio actual es, por tanto, entre 10 y 25 veces más rápido que en la última glaciación.
En esta situación, las predicciones sobre el impacto que tendrá sobre plantas, animales y seres humanos son muy inciertas. Las predicciones para el aumento en el nivel medio de los mares son de 30-50 cm por siglo, inundando muchas regiones fértiles en los deltas de ríos e islas poco elevadas. A lo largo del mundo, las áreas glaciales estarán restringidas sólo a elevadas latitudes o altitudes. El rápido cambio climático ya ha causado cambios en la distribución de plantas y animales, llevando a contracciones severas en las áreas de distribución y a la extinción de algunas especies.
Los rangos de distribución de muchas especies se están moviendo hacia los polos como respuesta al cambio en los hábitats a los cuales estas especies estaban adaptadas durante periodos relativamente largos. También se ha demostrado que algunas especies son incapaces de seguir el ritmo de los cambios, especialmente aquellas con capacidad limitada de dispersión. Estas especies se enfrentan con la extinción, y ecosistemas enteros pueden perder su funcionalidad.
Las prácticas de conservación actuales pueden no ser suficientes para evitar la desaparición de especies en un contexto de cambio climático como el previsto en el informe del IPCC. El cambio climático es el factor que más va afectar los ecosistemas terrestres en las próximas décadas. Hay una evidencia incontestable y creciente de que animales y plantas así como la economía y las sociedades humanas están siendo afectadas por los cambios en el clima.
Nos enfrentamos por tanto al más serio problema que jamás haya afrontado la humanidad. Pocas veces en la historia, si es que ha habido alguna, un problema de esta escala ha gozado de tanta evidencia y consenso científico. Sin embargo, aunque se han tomado algunas tímidas medidas, la decisión política a escala mundial, que es la escala de este problema, aún brilla por su ausencia. En el ámbito filosófico hace tiempo que se postula que no tenemos derecho moral alguno a condenar los recursos y la calidad de vida de las futuras generaciones, que la tierra es un préstamo que deberemos devolver. No sé si lo que nuestros políticos mundiales no entienden es la palabra “futuro” o la palabra “moral”, pero no me extraña ver a tanta gente muy joven reclamando que no les destruyamos su futuro: Tienen toda la razón del mundo.