Apenas hace unas semanas se aseguraba por responsables autonómicos que el retraso en la entrega del proyecto de ejecución de las Atarazanas “no era alarmante” y se remitían a “primeros de septiembre” como nueva fecha límite. Sin embargo, al parecer, bastó con que ADEPA advirtiera del peligro de no llegar con la obra terminada a la celebración del Quinto Centenario de la Circunnavegación para que la calma aparente se trocara en prisas y urgencias.
El arquitecto redactor preparó con rapidez un proyecto de ejecución bastante incompleto, y sin visarlo en el Colegio de Arquitectos lo presentó directamente en la Comisión de Patrimonio, eludiendo el procedimiento administrativo que exige su previo pase por la Gerencia de Urbanismo y que ésta sea la que, junto con su expediente, la remita a la Comisión. Esta última, ante una situación tan irregular, no ha podido hacer otra cosa que “valorarla positivamente” de una forma genérica y pedir “documentación complementaria”.
O sea, que lo complete, lo vise por el Colegio de Arquitectos y lo presente a través de la Gerencia. ¿Qué le falta al proyecto? Documentalmente, le faltan los dos capítulos necesarios para que, lo presentado, pueda calificarse como un auténtico proyecto de ejecución: el Estado de Mediciones y el Presupuesto General. Si no se describen, dimensionan y valoran todas y cada una de las Unidades de Obra que componen ésta, no será posible analizar su verdadera dimensión restauradora, su adecuación al carácter de Bien Interés Cultural del monumento ni tampoco el cumplimiento de los distintos requerimientos a los que ha de ajustarse.
Esto, aunque grave, es subsanable aportando, más tarde, los documentos requeridos. Lo que entiendo que es, conceptual y patrimonialmente, más preocupante es que en el proyecto presentado no se contemple la restauración de la muralla islámica que remata y define el monumento. Ni de la muralla, ni tampoco de la barbacana, de la torre ni de los restos del primitivo Postigo del Aceite. Ni en la Memoria ni en los planos se indica nada al respecto. ¿Cómo se puede entender rehabilitar las atarazanas y dejar la muralla y el resto del recinto defensivo, tanto del hoy visible como del que aparecerá, sin restaurar ni poner en valor?
Es imperativo que esta obra se trate en profundidad, que se concrete la forma de intervención, los trabajos a realizar, su coste, el técnico restaurador, quien será el responsable (Junta o Caixa) y cómo se financiará. Junto a estas carencias hay un par de aspectos que hay que reconsiderar en el proyecto. La excavación de las naves 6 y 7 y del “paseo-mirador” en torno a la muralla exige la ejecución de sendos muros de contención en hormigón.
En los acuerdos de diciembre de 2018 se determinó que los mismos tendrían que realizarse por detrás de las pilastras mudéjares para que éstas quedaran vistas y se pudieran apreciar en su integridad y toda su altura. No se recoge así en el proyecto presentado, por lo que resulta paradójico hacer el esfuerzo constructivo y económico de todos estos vaciados para luego volver a ocultar, tras un muro de hormigón, los elementos arquitectónicos que pretendíamos recuperar. Un último aspecto a considerar se refiere a potenciar como acceso principal el histórico por calle Temprado, que el actual proyecto considera como secundario y de servicio, al situarlo a través de un patio de maniobras, situado junto a los locales técnicos, aseos y servicios de personal. El proyecto definitivo que se presente deberá dar respuestas y cumplimientos a todas estas carencias y necesidades.