El precio del gas, la luz y la cesta de la compra se han convertido en una de las principales preocupaciones de la población. En Málaga hay un repunte de personas que hacen cola para recoger la comida que donan los comedores sociales como el de Emaús, en Torremolinos. En estos centros altruistas hay incertidumbre por la posibilidad de que vengan tiempos peores en lo económico.
“Lo que estamos es preparándonos para lo que puede pasar, que el número de gente vuelva a subir por la crisis, la inflación y subida de precios. Lo que comprabas antes con una cantidad, ahora compras la mitad”, explica Ildefonso Abril, gerente de los comedores sociales Emaús en la provincia.
Aseguran que el repunte de gente está por llegar. En Emaús están cerca de las 250 personas al día, a las que les sirven dos o tres comidas. Las donaciones son parte importante de la cadena de distribución de comida y este eslabón también se está debilitando por la crisis.
“Nosotros estamos notando la inflación en las donaciones. Ahora son menos. Las familias que donaban ahora tienen también necesidad de donar a parte de su familia”. Además, los bancos de alimentos les han dicho que la recogida de alimentos y las aportaciones semanales van a ser menores. “Estamos a la expectativa de ver lo que va a pasar y si podremos cubrir todas las necesidades”.
De comedor a cocina social
Desde la pandemia todo cambió. Ahora han pasado de comedor social a cocina social, donde reparten bolsas individualizadas y raciones para llevar. Bolsas con bocadillos y fruta, tipo picnic. Además, hay un centenar de personas a las que se reparte a domicilio por su edad o dificultad para moverse.
Luis Cortés es uno de los voluntarios que trabaja para ayudar a los demás porque, como él dice, no tiene otra cosa mejor que hacer. Es jubilado y está pelando patatas para un cocido. A una velocidad de estrella michelín. “Los que ya estamos jubilados, ahora que no hay obras que vigilar y palomas a las que echarle pan, lo que mejor que podemos hacer es ayudar a los demás”, bromea muy en serio.
Desde Emaús quieren pedir a las personas que puedan colaborar, aunque sea mínimamente, que lo hagan. “Porque hay mucha necesidad y notamos que va a crecer. Aquí será bienvenido todo el mundo”, añade Cortés.
Entran y salen hombres y mujeres, de todas las edades, con bolsas para recoger su ración diaria. En la calle se forma una pequeña cola. La mayoría de usuarios son agradecidos con lo que reciben, aunque “hay de todo” porque el ser humano es así, dice un voluntario. “Hay quien protesta y te pregunta: ¿esto es lo que hay hoy de comer?”. Dos señores que esperan fuera reconocen que se reparte poca comida, "la justa", y eso es responsabilidad de las instituciones. Están "decepcionados".
Pero, por otro lado, Luis Cortés ha visto a llorar a una madre cuando a su hija le dieron un helado de colores. Se le cayeron las lágrimas de la impotencia. Esa misma que sienten desde dentro de un comedor social cuando la crisis acecha.