Lagarder es una persona sensible en busca constante de la libertad, un soñador que ha visto desde muy pequeño como los adultos pisoteaban sus sueños y ahora viaja ligero de equipaje en busca de experiencias para dar sentido a su vida. Así se presenta el activista Lagarder Danciu, conocido por sus protestas contra una clase política que “desprecia los derechos del pueblo” y quien desde hace tres años vive en la calle para mostrar al mundo “la otra cara de la sociedad y enfrentarse a la gran desigualdad social que amenaza a la humanidad”. Una desigualdad que él conoce de primera mano y desde muy temprana edad. Lagarder, nacido en Rumanía, fue abandonado por sus padres en un orfanato, donde pasó toda su infancia y adolescencia “educado desde la violencia y el hambre”. Aún así, hoy agradece estas circunstancias que le ayudaron a descubrir la escuela pública que “me abre horizontes y me enseña que la igualdad de oportunidades es el camino para que nadie se quede atrás”.
La escuela fue una gran lección para Lagarder, quien desde entonces se dedica a luchar para acabar con la “causante de tantas injusticias”. “Del orfanato iba a la escuela para recoger las sobras del patio para calmar el hambre, no para estudiar, pero mi maestra, Cosoveanu Doina, captó la gran desigualdad que se daba entre aquellos niños. Fue una auténtica revolución ya que gracias a ella pude calmar el hambre y estudiar en igualdad de condiciones que los demás compañeros de clase”. Esta lección se le graba para siempre y por ella lucha cada día. “Ahora que estoy viviendo en la calle tengo mucho tiempo y me siento un ser muy rico. Participó en todas las protestas que me parecen justas y sobre todo en aquellas luchas que no tienen tutela de los políticos. Cuando vives en la calle lo ves todo más claro, ves las injusticias a cada paso y más en las grandes ciudades que se han convertido en inmensas fábricas que esclavizan al ser humano”.
Decide vivir en la calle cansado de luchar contra instituciones que “me obligaban a obedecer normas absurdas a cambio de un sueldo, lo que daba lugar a un conflicto con mi moral, por lo que elijo ejercer con libertad mi vocación de educador en la calle y en este espacio descubro gente auténtica”. “Quiero vivir en un mundo rodeado de personas que sienten y comparten con honestidad sus experiencias y en el mundo del confort que dejé se fingía mucho ser feliz cuando éramos presos de deudas que nos ataban”. Ya no tiene casa, ni trabajo, ni cuenta bancaria pero se declara feliz pues “he elegido ser libre”. Con este ejemplo, pretende despertar a la gente para que haya una reacción. “La vivienda es vital pero el humano tiene una capacidad de adaptación increíble y en la calle he aprendido a vivir con poco para tener más tiempo para pensar y actuar. La actual sociedad nos roba lo más importante que es el tiempo. Mis primeros seis meses en la calle fue horrible, tenía que romper con el esquema, no concebía mi vida sin trabajo y poco aprendí a gestionar el tiempo y tomar decisiones. En la vida anterior era un esclavo más del sistema y ahora todo es diferente”.
Controvertido, incómodo y muchas veces descalificado por “molestar al poder”, Danciu seguirá en la lucha mientras le queden fuerzas. “Hay quien piensa que en estos tiempos ya no sirven las protestas y es falso. Gracias a la gente movilizada a pie de calle se han logrado antes muchos derechos que hoy nos han robado. La sociedad capitalista se ha encargado de destruir la conciencia de la clase trabajadora y los sindicatos han dejado de servir a los trabajadores. Llevamos años sin organizar una huelga general con dos reformas laborales que esclavizan al trabajador. Se necesita un nuevo planteamiento para hacer frente a esta élite que nos condena a la miseria. Un cambio radical es necesario para parar los pies a estos pocos que controlan todos los recursos”.
Dedicarse al activismo no es tarea fácil y más en estos tiempos convulsos donde “reina la manipulación y vivimos atrapados por los miedos que nos inyectan cada día, normalizándose así la pobreza en la sociedad”. “Cuando trabajaba estaba limitado por las reglas del sistema, sin embargo ahora desde la calle ejerzo con libertad la vocación de activista, nadie puede silenciar tus denuncias y descubres otras facetas de ti mismo”. Muy activo en las redes sociales desde las que denuncia la realidad social callejera combinando fotografías y reflexiones, Lagarder está considerado por sus muchos seguidores como un “periodista de calle”. “Es duro hacer de activista a pie de calle las 24 horas, es más fácil criticar el sistema desde el espacio de confort pero hay que estar en la calle que es donde se producen las injusticias”. A veces se ha planteado dejarlo pero el activismo “engancha”. “Sales de una lucha y entras en otra, aprendes muchísimo y conoces gente auténtica que lucha por un mundo mejor”.
Crítico con las redes sociales que son una “trampa” para tener a la gente inmovilizada, las utiliza para transmitir la realidad que no muestran los medios. “Con las redes sociales nos tienen controlados y programados para difundir su basura de noticias”, señala Danciu, para quien el activismo de sofá hace que seamos cada vez menos solidarios e insensibles a la realidad, creándonos un mundo virtual que “nos deshumaniza y aleja de los problemas reales”. Acusa además a los medios de comunicación de usar sus fotos y vídeos sin pedirle permiso, “lo que dice mucho del periodismo que tenemos en este país”. Apostar por un sistema educativo que trabaje la inteligencia emocional y nos ayude a comprender la actual sociedad es imprescindible si queremos cambiar. “Ojalá me equivoque, pero muchas veces tengo la sensación que hemos perdido la batalla a este sistema materialista”, lamenta Lagarder. Las redes sociales son una barrera desde las que se quiere trasladar a la gente que “con un clic se cambia el mundo y es falso”. Las redes sociales no pueden sustituir las protestas en la calle. “Cuando nos movilizamos a pie de calle nos conocemos y creamos comunidad, compartimos inquietudes y diseñamos acciones para plantar cara a la élite, nos socializamos y fortalecemos nuestra identidad como pueblo”.
El problema en la actualidad es precisamente la falta de movimientos sociales ya que “los políticos se han encargado de destruir este tejido y con ello las luchas a pie de calle”. Participante en política cuando surgió Podemos “mi activismo político en esta formación duro poco ya que observaba como la estructura aplastaba las voces críticas”. “La política institucional y la política de los movimientos sociales tienen que trabajar por separado”, afirma Danciu para quién mezclar el activismo con la política es una forma de banalizar el mensaje social. Desconfía de los políticos a los que acusa de temer a un pueblo organizado y movilizado y de llegar a las instituciones gracias a sus estructuras basadas en el clientelismo. “Hace tiempo que ya no tenemos políticos en las instituciones que sirven al pueblo, tenemos políticos que se profesionalizan en la política institucional para hacerse ricos”. La falta de proyección a largo plazo para dar soluciones a los problemas que demanda la sociedad, es otros de los reproches a unos políticos que “son títeres de la oligarquía financiera”. “No hay políticos que represente a la gente desahuciada de sus casas por los bancos, no hay políticos interesados por las personas sin hogar que sufren la violencia de las instituciones cada día, hoy tenemos políticos fabricados en los laboratorios de la élite”.
Vive en el presente, lo analiza y prevé un futuro cercano que no pinta nada bien. Conectados y desconectados al mismo tiempo “tenemos que actuar a nivel local para lograr cambios a nivel global”, afirma Lagarder que en un futuro cercano ve “una crisis medioambiental que provocará muchos desplazamientos forzados, la falta de recursos dará lugar a conflictos con tinte racista y estos serán controlados por el gobierno que aumentará el gasto militar y de vigilancia”. “Lucho cada día para que triunfe la igualdad de oportunidades, es el arma para librarnos de la avaricia de la élite financiera y de las mentiras de los políticos”.
Activismo en Málaga
Málaga es otra de las ciudades en las que Lagarder Danciu ha alzado su voz contra la desigualdad social, donde participado en numerosas acciones con colectivos sociales y contra el poder de un ayuntamiento que “ejerce en la ciudad desde hace décadas aplasta cualquier forma de organización vecinal”. “Es una vergüenza que está ciudad tenga todavía un alcalde franquista en 2018 y que ha convertido la ciudad en un parque de atracciones para los turistas y para ello han destruido muchas zonas verdes para satisfacer los caprichos de los ricachones”, denuncia Danciu quien pone como ejemplo el paraje natural de Arraijanal, la última playa virgen de la costa malagueña que “el alcalde ha regalado al jaque Al Thani para construir terrenos de fútbol”.
Señala que la especulación urbanística vuelve a la ciudad del turismo y arrasan con los pocos espacios naturales protegidos que quedaban, como es este paraje natural de Arraijanal en el que se han descubierto restos arqueológicos fenicios y un gran acuífero y, aún así, “han seguido con las obras de destrucción”. “La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga han permitido este desastre ecológico y los ecologistas que llevan acampados más de 140 días han sufrido represión policial”. “El alcalde de Málaga utiliza la policía para callar las voces críticas, yo mismo fue encarcelado por protestar en la plaza por el derecho a la vivienda”, recuerda, y señala que a su parecer los problemas más graves en Málaga son la falta de viviendas, las dos mil personas sin hogar que duermen en la calle, mientras muchos malagueños tienen dos o tres pisos en propiedad que utilizan para alquiler turístico. “Málaga es una ciudad que carece de espacios verdes por la especulación urbanística y los movimientos sociales como La Invisible sufren represión por un Gobierno local que quiere dejar sin espacios sociales la ciudad. Los pocos activistas que hay en Málaga como Leti, Fali entre otros muchos me inspiran y los admiro mucho por luchar sin descanso en una ciudad donde se ha castrado la conciencia de clase”.
Un ‘Sin Techo’ en defensa de Arraijanal
Precisamente por esto, parte de los beneficios de su libro ‘Sin Techo’, un libro solidario con los movimientos sociales independientes que luchan por causas justas, los destina a la defensa de Arraijanal. “Conocí de primera mano la lucha de los ecologistas de esta zona y me enamore de como luchaban por preservar un espacio verde de la ciudad, por ello me puse en contacto con la editorial y les propuse apoyar la caja de resistencia de Arraijanal”, explica Danciu, que luchó junto a ellos un mes y conoció la necesidad de apoyo ya que “hay muchos ecologistas represaliados que necesitan costear la defensa”. “La gente acampada en Arraijanal me acogió bien y su lucha se basa en la solidaridad y el apoyo mutuo. Es un ejemplo de que con pocos recursos hacen cosas extraordinarias”.
El libro ‘Sin Techo - Caminando en un mundo que prohíbe sueños’ surge a raíz de las experiencias como "sintecho" de Lagarder Danciu ya que “lo que experimento cada día me indigna”. Varias editoriales se ofrecen publicar el libro y decide publicarlo con una editorial catalana, Arpa, que finalmente no lo publica “por mis críticas constantes a los políticos”. Finalmente el libro sale a la calle de la mano de la editorial Descontrol que “me da toda la libertad y apoyo para hacer realidad este sueño”. El libro es una oda a la igualdad de oportunidades y donde Danciu intenta hacer ver al lector que es posible caminar en un mundo que nos prohíbe soñar más allá de lo establecido. En el libro explica como a raíz de un acto de justicia en una escuela se logra la igualdad de oportunidades a través de un acto revolucionario que persigue al autor toda la vida y que allá donde este se aferra a esta imagen de la escuela para derribar la desigualdad. El libro cuenta el viaje de un niño, Lagarder Danciu, que sufría pobreza severa y que gracias a dos profesoras de países distintos logra alcanzar sus sueños.
‘Sin Techo’ es un libro que lleva a la práctica la teoría sobre pobreza ya que el autor que es trabajador social que decide vivir en la calle para entender el mundo de los sin hogar, los olvidados que inspiran al autor impresionado por la generosidad e inteligencia emocional de las personas sin hogar. En él se describe la otra cara de la sociedad capitalista que planifica la pobreza para que siga la competición y la desigualdad. Es un libro muy respetuoso con las mujeres ya que gracias a las mujeres el autor ha podido saltar muchos obstáculos. Describe la generosidad de estas mujeres que le miraron a los ojos en los momentos más duros. La naturaleza es fuente de inspiración para el autor que alerta del colapso que amenaza debido al comportamiento poco respetuoso del humano con la naturaleza. ‘Sin Techo’ es un viaje sin destino donde el autor camina en busca de su propia libertad, lejos del país de nacimiento que le prohibía ser gitano y homosexual.