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Notas de un lector

Ágatas de deseo

“El desprendimiento. 1972-2020” es una imprescindible antología para conocer mejor y más de cerca la obra de David Huerta (1949).

Publicado: 28/12/2021 ·
10:39
· Actualizado: 28/12/2021 · 10:39
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Casi un siglo de quehacer poético reúne “El desprendimiento. 1972-2020” (Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2021), imprescindible antología para conocer mejor y más de cerca la obra de David Huerta (1949).

El escritor mexicano, galardonado en 2019 con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, está considerado uno de los máximos exponentes de la lírica de su país, y esta compilación da oportuna cuenta de su devoción y de su compromiso con las letras.

    Junto al propio autor, Jordi Doce ha estado a cargo de la edición y selección de los textos, así como del revelador y lúcido prefacio que sirve para situar vital y literariamente a un poeta “tocado por el duende de la analogía, [cuya] constelación de reflejos y correspondencias recibe una y otra vez la lluvia de meteoritos del dolor y el drama de la existencia humana, la historia, la violencia inscrita en la raíz de todo proyecto colectivo”. Y, en verdad, que su verso trasciende hasta una dimensión cívica que reivindica el papel mayúsculo que debe tener como sujeto imprescindible a la sociedad. De ella y desde elladebe consumarse el nexo entre tradición y modernidad y, al par de sus hilvanes, coser con hilo grueso la intrahistoria de su ayer y su mañana.

    Se reúne aquí y ahora una amplia muestra de sus más de veinte poemarios, además de cuatro textos inéditos y un atractivo apéndice. Ordenada de manera cronológica, la compilación permite descubrir la constante evolución de David Huerta desde que en 1972 publicara “El jardín de la luz”. Del arte menor al versículo, de lo intimista a lo surreal, de lo verdadero a lo ficticio, de la claridad a las sombras, de lo místico a lo material, de lo amatorio a lo desolado, de lo real a lo onírico…, su palabra se hace, a su vez, hermética y transparente, abstracta y diáfana, mas siempre con un extremado acento de sinceridad: “Señor, salva este momento./ Nada tiene de prodigio omilagro/ como no sea una sospecha/ de inmortalidad, un aliento/ de salvación. Se parece/ a tantos otros momentos (…) …Sálvalo/ en la memoria o rescátalo/ para la luz que declina/ sobre esta página,/ aunque apenas la toque”.

La aparición en 1987 de “Incurable”, significó un salto definitivo en el devenir existencial y poético de Huerta. Lo relata él relata en su “Semblanza en primera persona”, que sirve de pórtico a este florilegio: “En 1968 participé en el movimiento estudiantil de mi país. El 2 de octubre de ese año estaba entre la multitud que fue atacada a balazos por orden del gobierno: la tragedia mexicana conocida como la Matanza de Tlatelolco. Esta experiencia marcó, a partir de entonces, toda mi vida”.

La trascendencia de sus versos sigue aún vigente, pues en buena medida significa la confirmación de una poesía sin posible armisticio, sostenida en la disidencia y la dificultad de la conciliación, paisana de lo emocional y subjetivo, capaz, si cabe, de expiar la culpa o, incluso, maximizarla: “La memoria se cubre con visibles adornos de miedo, con ágatas de deseo”.

Un libro, en suma, al que volver una vez y otra para desvelar sus múltiples vertientes, para redescubrir una voz latidora y plena de compromiso, solidaria y fiel en su propuesta: “Tantos son que debo ponerle un acento/ a esa palabra: tántos. Así queda mejor”.

 

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