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Serrat se hace eterno en el Tío Pepe Festival

Se despide del público en un doble concierto en el que aborda con ironía la muerte y reivindica la alegría de vivir y su compromiso como creador

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  • Serrat, en el escenario del Tío Pepe Festival, en la Bodega Las Copas, en Jerez. -

Serrat, de 78 años y que superó problemas cardiacos en 2001 y un cáncer en 2005, comienza los conciertos de su gira de despedida de los escenarios con una buena dosis de humor negro al recomendar a los asistentes que “guarden el boleto” por si no llegara al final de la actuación.

El de Poble-Sec ejerce su condición de niño eterno, descarado, que no solo ha hecho en su carrera, como él mismo ha reconocido, lo que le ha dado la gana, sino que también dice lo que piensa sin morderse la lengua; y, a la vez, se presenta ante sus seguidores como un señor mayor que afronta la muerte con fina ironía pero reivindicando la alegría de vivir. De hecho, Serrat bromea sobre el fatal desenlace que nos espera para, a continuación, conminar al público a no caer en la melancolía ni en la nostalgia.

Lo ha hecho en Nueva York y en las principales capitales latinoamericanas hasta su regreso a España, a principios de junio, y lo hizo este lunes y el martes en la Bodega Las Copas de González Byass, en un arranque espectacular del Tío Pepe Festival, cita imprescindible para los amantes de la buena música capaz de ofrecer delicias como la protagonizada por Serrat.

Serrat monta una fiesta en cada concierto. Y qué fiesta la de Jerez. Se tararean estribillos, se aplaude a rabiar, hay quien se toma de la mano con su acompañante cuando las letras hablan de amor o reposa su cabeza dulcemente en su hombro… y se piensa.

En las letras de Serrat afloran todo el mundo de pasiones que uno tiene. Serrat es un clásico, ya es eterno.

El repertorio de esta doble actuación invita a recorrer las callejuelas de su pueblo y los caminos de la infancia de la mano de su madre, que son los de todos. El cantautor reivindica el compromiso con la memoria, recordando a su abuelo, echando mano de los versos de Miguel Hernández, con las Nanas de la Cebolla, cantando a la libertad, lamentando la sangre vertida en la guerra fratricida y advirtiendo del riesgo de no cerrar las heridas.

Serrat también mira al futuro. Comprometido, urge a actuar, como hizo ya hace casi 50 años con Pare, contra el cambio climático.

Y reflexiona sobre su responsabilidad como creador. Desmitifica, bromea. Dice que ni la mujer que yo quiero se baña en agua bendita ni soy un loco que rompe escaparates, enamorado de una mujer de cartón piedra; nunca conoció la señora que da título a la canción ni tuvo interés. El respetable ríe. Y entonces, Serrat, lapidario, remacha: “Estos personajes no son ni de verdad ni de mentira, a veces son fantasías con gotas de realidad y a veces son realidades con gotas de fantasía, no es lo mismo, pero da igual, todos seríamos más pobres sin esas criaturas que nos regala la ficción”.

Serrat no mira el reloj. Dos horas largas estuvo sobre el escenario de La Bodega de Las Copas compartiendo la emoción que derrochan sus canciones, atendiendo a los requerimientos de los incondicionales que le pedían que no se marchara. Generoso, cerró con Penélope y La Saeta. Podrían haber sido otros dos títulos cualquieras. El público estaba entregado y agradecido. “Nos volveremos a ver. La vida tiene caminos diferentes”, agregó antes de que se apagaran las luces. Y todos deseamos que eso ocurra hoy mismo.

Ficha.

Joan Manuel Serrat. ‘El vicio de cantar 1965-2022’.

Tío Pepe Festival. Bodega Las Copas de González Byass. Jerez.

Repertorio: Dale que dale, Mi Pueblo, El carrusel del Furo, La mujer que yo quiero, Señora, Lucía, No hago otra cosa que pensar en ti, Nanas de la cebolla, Para la libertad, Cançó de Bressol, Hoy puede ser un gran día, Tu nombre me sabe a yerba, Hoy por ti mañana por mí, Mediterráneo, Aquellas pequeñas cosas, Cantares, Fiesta, De vez en cuando la vida, Penélope, La saeta.

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