"Como era de esperar esta decisión ha provocado la ira de la izquierda pura y verdadera que
habla de traición, incoherencia y superchería"
Menudo chorreo le ha caido al equipo de gobierno del Ayuntamiento de Cádiz por votar a
favor de la imposición de la medalla de la ciudad a su patrona la virgen del Rosario. Esto viene
dado por la apuesta del equipo de gobierno por implantar sistemas de participación ciudadana
que, legítimamente han usado las fuerzas de la oposición para plantear una guerrita cultural
que el Alcalde sabía perdida. El día de la remunicipalizacion del servicio de playas, se pretendía
situar al Alcalde como un peligroso anticlerical que no aceptaba sus propias reglas del juego.
Aunque el Ayuntamiento de Cádiz ha llevado a cabo una encomiable implementación de una
política laica progresiva, haciendo desaparecer de poco a poco al ayuntamiento de los actos
religiosos.
Como era de esperar esta decisión ha provocado la ira de la izquierda pura y verdadera que
habla de traición, incoherencia y superchería. Cosa que no me sorprendió pero que me llena
de desazón, esta izquierda que no conoce realmente el sentido del laicismo radical, que lo
confunde con el anticlericalismo y que no conprende las bases de la religiosidad popular
andaluza, ni de la importancia de reconocer a la fe popular su sitio justo a la hora de construir
identidad colectiva, solidaria y hegemónica.
Cuando me inicié en el laicismo radical me sorprendió que uno de los pilares básicos era el
respeto máximo a las creencias religiosas y sus expresiones populares y dogmáticas. Sin
respeto no se puede establecer una esfera de espacio público sin expresiones religiosas.
Además esa esfera pública debe coexistir con la esfera privada en la que la libertad religiosa es
civil un derecho a proteger. Otro pilar fundamental del laicismo es que el Estado no debe
beneficiar a ninguna fé. Y mucho menos a unas por encima de otras.
Que la sociedad española debe avanzar hacia el laicismo creo que es un imperativo social, que
la Iglesia católica debe ir renunciando a influenciar politica,social y económicamente es un
hecho. Pero esto no significa que nadie deba prohibir, censurar o minusvalorar ninguna
expresión religiosa. Y mucho menos las más populares y alejadas de la jerarquía eclesiástica
que conforman buena parte del folclore andaluz. Sería muy interesante resignificar esta
cultura popular como patrimonio del pueblo. Al igual que habría que poner en valor al
flamenco en toda su extensión, al igual que los carnavales y romerías que trufan toda nuestra
tierra.