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La lucha de una pareja en un pueblo de Sevilla para ser empadronados sin tener casa

Se llaman María Filomena y Diego y viven en un local que han ocupado. Intentan acceder a una vivienda que se les niega por no estar empadronados

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Diego Cubero y María Filomena Jacinto en el local ocupado.

Diego Cubero y María Filomena Jacinto en el local ocupado.

Diego Cubero y María Filomena Jacinto viven desde hace unos días en un local que han ocupado y que intentan convertir en un hogar, mientras intentan acceder a un derecho básico que, por el momento, se les niega: estar empadronados como cualquier ciudadano.

Diego nació en Castilleja de la Cuesta (Sevilla) hace 54 años, y María Filomena, de 62, es portuguesa. Por distintos avatares de la vida han terminado sin un hogar donde recibir notificaciones o las cartas del banco, y ese parece ser, de momento, el motivo por el que el municipio sevillano no les empadrona, lo que les deja en situación de indefensión a la hora de reclamar ayudas sociales o incluso ejercer su derecho al voto.

Hasta hace unas semanas los dos estaban incluidos en el padrón municipal de Castilleja, pero cuando el Ayuntamiento comprobó que no vivían en la casa en la que figuraban en el listado oficial, decidieron darles de baja, “y lo hicieron con una llamada telefónica, sin la oportunidad de acudir en persona para ver qué estaba pasando”, lamenta Diego, al que le asiste la Ley, como a su pareja, para empadronarse aunque no tenga vivienda para dar de alta, gracias a una prerrogativa que funciona en España desde 2020.


Se trata de la Resolución de 17 de febrero de 2020 por la que se dictan instrucciones técnicas a los ayuntamientos sobre la gestión del Padrón municipal, que recoge en su punto 3.3 que “el Padrón debe reflejar el domicilio donde realmente vive cada vecino del municipio y de la misma manera que la inscripción padronal es completamente independiente de las controversias jurídico-privadas sobre la titularidad de la vivienda, lo es también de las circunstancias físicas, higiénico-sanitarias o de otra índole que afecten al domicilio”.

Un papel que no necesita techo

¿Qué quiere decir esto? En esencia, "las infraviviendas (chabolas, caravanas, cuevas, etcétera e incluso ausencia total de techo) pueden y deben figurar como domicilios válidos en el Padrón”. En Román Paladino: una persona se puede empadronar diciendo que su dirección es el banco de una plaza pública o el césped de un parque.

Pero, para conseguirlo, tiene que haber cierta coordinación entre los servicios de estadística de los ayuntamientos y los de asuntos sociales, porque los segundos tienen que elaborar un documento que certifique que la persona solicitante está en una situación de emergencia social de tal calibre que no tiene techo sobre su cabeza para dormir, y con ese papel le tienen que dar de alta como empadronado. Diego y Filomena quieren que se les empadrone en el local que ocupan y ya hay precedentes en el mismo pueblo.

Un círculo vicioso

Diego asegura que está en medio de “un círculo vicioso”. “Me piden tener un piso alquilado para empadronarme, pero si no me empadronan no tengo derecho a las ayudas que me pueden permitir alquilar un piso”. En esa situación, aunque tiene de su parte la Ley de 2020, le piden “alguna factura, alguna carta que demuestre dónde vivo”, pero “si no tengo trabajo no puedo alquilar nada”, por eso va a reclamar que se le empadrone en el local donde viven, que un banco acaba de quitar a su propietaria por no poder afrontar sus pagos.

De su caso se ha hecho cargo mediante ayuda social el bufete sevillano Sires Abogados. Su letrado titular, José Antonio Sires, ha afirmado que se está vulnerando “el derecho a estar empadronado y a la buena administración”.

 “La utilización de la potestad de no empadronar supondría un posible fraude de ley, concretamente una desviación de poder y una posible comisión de delito”, ha dicho el abogado que prepara toda la documentación para presentar una denuncia si no hay acuerdo amistoso entre las partes.

Desde el Ayuntamiento, por su parte, se explica que el caso de esta pareja se está estudiando para intentar concretarlo, y, de momento, se analiza el escrito de recurso que ambos presentaron la pasada semana, de cara a ver si, efectivamente, se puede terminar este asunto con el empadronamiento.

Mientras tanto, el local de 20 metros cuadrados de Diego y María Filomena se convierte poco a poco en un hogar. Tienen una cama de 90 de ancho y un retrete. Ahí se acaban todas sus comodidades. El calor y la humedad traspasan la piel, y ella tiene una enfermedad respiratoria crónica que se agrava por vivir como vive.

La pareja sobrevive con los trabajos esporádicos de Diego, pero sin empadronamiento no tienen derecho ni a recibir comida de Cáritas. Solo un papel firmado en el Ayuntamiento separa a Diego y María de intentar, al menos, que su vida cambie a mejor. 

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