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Sevilla

Una de farolas

Sabíamos que El sueño de la razón produce monstruos, pero en Sevilla habría que expresarlo mejor con un: El silencio de la razón genera francotiradores

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  • Farolas en la Acrópolis -

Últimamente los sevillanos han manifestado su descontento por muchas cuestiones, pero desconocía que persistiese un clamor popular que amparase destinar recursos públicos para sustituir unas farolas que actualmente cumplen rigurosamente con el objetivo para el que fueron dispuestas: el de iluminar.

Y es que, cuando explicamos a nuestros alumnos las características que deben observar en una farola para que sea eficaz, les hablamos de índices IP e IK, que caracterizan su estanquidad y su resistencia antivandálica, hablamos de valores de iluminación y lo que significan desde el punto de vista de la sensación de seguridad que provocan. Les hablamos de eficiencia y de consumo energético responsable, hablamos de la necesidad de reducir la contaminación luminosa y de paliar las molestias a los vecinos… Les hablamos de todo ello, para que como futuros arquitectos puedan conocer los criterios objetivos que permiten diseñar o seleccionar una farola adecuadamente.

Si comparásemos una farola de las denominadas tradicionales con alguna de las farolas dispuestas en el ámbito de ‘La piel sensible’, parecería que estamos comparando el primer coche que tuvo mi padre con el que compró hace apenas dos años. Ambos tienen 4 ruedas, volante y frenos, y nos desplazan a toda la familia, pero su comparación objetiva, -pese a que mi padre sigue diciendo que como aquel R12, no tendrá ninguno-, es simplemente absurda.

Y me dirán que esto no tiene nada que ver, puesto que en la Plaza de La Alfalfa una farola es algo más y que la supuesta polémica no tiene nada que ver con su uso, sino con su inadecuación a un ámbito de alto valor patrimonial. Y para ello, los expertos y amantes del patrimonio se despachan con un conjunto de rigurosos argumentos: “no casan”, “no pegan”, “son un adefesio”, “farolas ducha”, “farolas horca”…

Ante la magnitud y excelencia de los argumentos esgrimidos, yo sencillamente me quedo sin los míos. Así que buscaré apoyarme en una imagen llena de paralelismos.

Corresponde a la Plaza de Monastiráki, situada a los pies de la zona norte de la Acrópolis, junto al Ágora, y en la explanada donde se encuentran las ruinas de La Biblioteca de Adriano construida en el 132 d. C. Se encuentra flanqueada por edificios que van desde el siglo I a. C. al XXI d. C. pasando por los veintiún siglos que hay entre ellos.

Este proyecto fue el resultado de un concurso convocado unos años antes al de Sevilla y que concluyó casi dos años después. Un largo periodode tiempo, debido fundamentalmente a los múltiples controles administrativos que fiscalizan un proyecto en Atenas, equipos de arqueólogos, historiadores,arquitectos y expertos en Patrimonio… que escrutan milimétricamente cada proyecto en la ciudad.

Si van por allí, no se sorprendan al encontrarse con las farolas de La Pescadería, La Alfalfa, El Pan… tanto en la plaza como en sus calles aledañas y acompañadas de un mobiliario construido con materiales similares a los de Sevilla. Para algunos expertos sevillanos esto significaría otro claro error colectivo y un alarde inexplicable de desprecio por el Patrimonio de todos y cada uno de los responsables del proyecto. Simplemente absurdo.

Sabíamos que El sueño de la razón produce monstruos, pero en Sevilla habría que expresarlo mejor con un: El silencio de la razón genera francotiradores, en referencia a todos esos personajes que, de forma continuada y en muchos casos oculta, intentan destruir toda intervención en nuestra ciudad que supongan realizada desde la contemporaneidad, y no desde sus expertos y definitivos cánones.

Quizás, casi sin darnos cuenta, el silencio de los profesionales, de los institutos y organismos públicos que de forma legítima y contrastada tienen una experiencia en la defensa de nuestro Patrimonio Histórico ha permitido que impere en nuestros políticos un miedo escénico al desgaste, producido por el discurso obtuso e infundado de algunos cronistas locales, actuando como voceros de diversas asociaciones autodefinidas como defensoras del Patrimonio.

Seguramente aún se esté a tiempo de reconducir este gasto absurdo, al igual que la deriva de otros proyectos de la ciudad, y si el problema es que no saben qué hacer con ese dinero, por favor cambien de asesores, pregúntenle a cualquier vecino y les aconsejarán dos o tres opciones más sensatas.

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