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Sevilla

Triunfo menor de José María Manzanares con un lote de Puerta del Príncipe

El diestro alicantino José María Manzanares cortó sendas orejas de poco peso específico a un lote de toros de excelente juego de Núñez del Cuvillo, que le ofrecieron un triunfo más contundente, en el festejo de hoy de la feria de Abril de Sevilla

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  • Manzanares -

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación y de juego dispar: 2º y 5º, de excelente juego; 1º y 4º, manejables; y 3º y 6º, con complicaciones, bien por exceso o por falta de raza.

Sebastián Castella, de añil y azabache: media estocada tendida (silencio); pinchazo y estocada baja perpendicular (silencio).

José María Manzanares, de corinto y oro: estocada (oreja); estocada caída (oreja).

José Garrido, de negro y oro: dos pinchazos, estocada chalequera y tres descabellos (ovación tras aviso); estocada baja delantera y ocho descabellos (silencio tras aviso).

Entre las cuadrillas, destacó picando al quinto José Antonio Barroso. José Chacón y Suso saludaron en banderillas.

Decimotercer festejo de abono de la feria de Abril de Sevilla. Casi lleno en los tendidos en tarde apacible.

 

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MÁS PASEOS QUE PASES

 

Desde hace ya casi una década, José María Manzanares hijo es uno de los toreros "consentidos", como dicen en México, de la plaza de toros de Sevilla.

Del alicantino se recuerdan aquí triunfos sonoros que tal vez puedan justificar ese privilegio, pero son ya varias ediciones de la feria en que Manzanares ha sido premiado con excesiva generosidad, aunque su toreo no haya estado al nivel de calidad de los lotes de toros que la fortuna siempre le ha deparado.

Hoy mismo, para volver a repetir el estereotipo, al torero de dinastía le correspondieron dos ejemplares de Núñez del Cuvillo con dulces, claras y largas embestidas, no sobrados de fuerza pero sí de calidad. Y ambos se fueron al desolladero con una oreja de menos pero mucho más que aprovechar.

Abusando de las pausas y los paseos entre tanda y tanda de muletazos, el de Alicante no apuró ya a su primero, de fina y recogida lámina, un animal que, pese a una pésima lidia, conservó su fondo de clase y profundidad en el último tercio.

Manzanares lo toreó siempre con pulcritud y sin pasión, con estética pero sin intensidad, gustándose sólo en los adornos y en los broches de cada corto mazo de pases.

Aun así, y sobre todo por la espectacularidad y la contundencia de la estocada con que tumbó a "Pitiminí", que así se llamaba el claro colaborador, el público, nuevamente, le premió generosidad.

Todavía más benévola fue la concesión de la oreja del también armónico y bonancible quinto, al que el alicantino ahora mató de una estocada defectuosa y con el que estuvo todavía menos ambicioso, por su escaso ajuste y por su falta de temple y compromiso para aprovechar el triunfo grande que se le volvió a servir en bandeja de plata en "su" Maestranza.

Al joven José Garrido, en la que era su única oportunidad en esta feria, le tocó, en cambio, el lote más complicado de la corrida, dos toros que le obligaron a hacer un sobreesfuerzo para resolver una difícil papeleta.

Después de que le bordara un quite por chicuelinas al primero de Manzanares, el extremeño tuvo que poner toda la carne en el asador frente al tercero, un serio castaño que sacó un plus añadido de casta que exigía mucho mando sobre sus embestidas.

Garrido le hizo una faena larga y tenaz a un animal que no perdonaba errores ni alivios por alto, sacándole por momentos buenos muletazos durante un pulso emotivo que finalizó en sobresalto cuando el novel espada se volcó para matar y resultó prendido y zarandeado secamente por al astifino ejemplar.

Salió ileso Garrido de cada cuchillada -apenas golpes y varetazos leves- pero no su desgarrada taleguilla, que tuvo que cubrir con un pantalón vaquero para salir a matar al sexto.

Pero este otro fue un deslucido manso que se negó a la pelea, a pesar de ser hijo de "Arrojado", el toro de esta divisa que precisamente indultó Manzanares en esta misma plaza hace ya cinco años.

Para Sebastián Castella fueron los dos toros de "nivel medio" del encierro, nobles y manejables pero de medido fondo. Y con ambos acumuló el diestro francés la misma y larga sucesión de muletazos insulsos y anodinos.

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