Ignasi Miró, director del área de Cultura y Divulgación Científica de la Fundación Bancaria la Caixa y Moisés Roiz, director de CaixaForum Sevilla, acompañados por Rafael Clemente, asesor científico, han presentado esta mañana la exposición Tintín y la Luna. Cincuenta años de la primera misión tripulada para conmemorar una de las gestas más importantes de la historia de la humanidad: la llegada del hombre a la Luna.
El primer viaje a la Luna fue una misión con una fuerte carga simbólica, pero de un alcance científico limitado; aun así, el viaje del Apollo 11 llenó durante muchos días las páginas de la prensa de todo el mundo. Hasta el regreso de los astronautas, los únicos testimonios gráficos fueron las borrosas imágenes recibidas por televisión, lo que se podría considerar como el primer espectáculo global seguido en el mundo entero. Una vez disponibles las fotografías obtenidas en la Luna, las revistas ilustradas de todo el mundo lanzaron ediciones especiales que mostraban por primera vez el desolado paisaje de nuestro satélite.
Tintín y la Luna está estructurada en dos partes: una, que se centra en el historietista belga Georges Remi, conocido como Hergé, y autor de muchos comics de los que destacan Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna, y otra, que permite realizar un recorrido científico desde el momento en que Galileo observó por primera vez la Luna con un telescopio construido por él en 1609 hasta la llegada del hombre a la Luna. La exposición muestra todo lo que conocemos actualmente sobre este satélite natural, cómo se preparó esta gesta hace cincuenta años y cómo se preparan estas misiones en la actualidad.
El proyecto Apollo, visto desde la perspectiva actual, sorprende por los riesgos que asumieron todos sus miembros y las mil soluciones que tuvieron que aplicar a problemas tecnológicos nunca antes abordados. Entre las piezas destacadas de la muestra se encuentran la reproducción del primer telescopio de Galileo, que le permitió ver y estudiar la superficie de este satélite; la reproducción de la sección de mandos del módulo lunar; un módulo interactivo en el que se puede simular que se camina por la superficie de la Luna; la réplica de la escafandra de Emilio Herrera; alimentos utilizados en viajes espaciales, así como diferentes objetos reales y productos de higiene y de primera necesidad, y documentos, diarios y revistas que narran ese momento histórico.
Estos son algunos de los elementos que se podrán contemplar en la exposición. Dosier de prensa CaixaForum pisa la Luna con Tintín, Armstrong y Buzz Aldrin "¡Ya estoy aquí! ¡He dado unos cuantos pasos! Seguramente por primera vez en la historia de la humanidad, se ha caminado sobre la Luna". Éstas son las palabras que escribió el historietista belga Georges Remi, conocido como Hergé, para describir el imponente momento en el que Tintín pisó la Luna en 1953. Y es que, una vez más, la ciencia ficción se adelantó a la realidad.
Eso es lo que le sucedió a Tintín, quien, de la mano de su creador, Hergé, tuvo la suerte de empezar ese fascinante viaje en 1950, en el cómic Objetivo: la Luna, y terminar pisándola en 1953, en Aterrizaje en la Luna. Así pues, el personaje del cómic se adelantaba casi veinte años al astronauta Neil Armstrong, quien dio los primeros pasos sobre la superficie lunar y pronunció la frase histórica: "Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad".
La exposición muestra todo lo que conocemos sobre nuestro satélite natural y cómo se prepara un viaje hoy en día con respecto a cómo se realizó, medio siglo antes, la misión histórica que hizo realidad el sueño de llegar a la Luna el 20 de julio de 1969.
Pero, ¿cómo imaginó y creó Hergé este sueño hecho realidad? Eso es lo que podrán descubrir los visitantes de la exposición. Podrán conocer cómo era el espacio donde trabajaba, las herramientas que usaba para dibujar las viñetas, la idea de base que le permitió crear un cómic, la documentación que leía, que lo inspiraba y que hacía más fidedigna la plasmación de sus ideas. Como él decía, "antes de empezar una historia de Tintín, lo que hago es documentarme: leo obras sobre esos lugares y consulto todos los documentos gráficos y fotográficos que puedo".
La exposición ofrece la posibilidad de conocer la forma y el significado de sus viñetas, y también el papel que juega el espacio de transición, que parece que no explique nada, ¡pero, a veces, pasan muchas cosas!, como podrán observar los visitantes.
La obsesión del hombre por la Luna y cómo la ciencia cambió la concepción del universo
A comienzos del siglo XVII, la Luna dejó de ser una luminaria casi mística y se convirtió en objeto de estudio científico de la mano de Galileo Galilei, al dirigir hacia ella el tubo óptico que le permitió contemplar montañas, llanuras, cráteres... Y es que acababa de descubrir un mundo que contradecía el pensamiento aristotélico oficial.
La anquilosada ciencia medieval empezó a tambalearse.
Poco después, Galileo observó la progresión de las manchas solares —hecho que probó por primera vez la rotación del Sol—, así como el movimiento de los satélites de Júpiter y las fases de Venus, dos hallazgos que acabarían apoyando la teoría copernicana.
Entre ese momento y la misión Apollo 11 pasaron muchos siglos, en los cuales se fueron alcanzando nuevos hitos científicos, hasta que la conquista del espacio se convirtió en una carrera contrarreloj en los años sesenta entre las dos grandes potencias mundiales: la Unión Soviética y los Estados Unidos. El bloque capitalista y el comunista se embarcaron en una contienda estratégica conocida como la Guerra Fría, y así fue como el espacio se convirtió en un campo por el cual competir.
El lanzamiento en 1957 del primer satélite artificial, el Sputnik 1, por la Unión Soviética aceleró la carrera hacia la conquista del espacio por parte de los norteamericanos, que lo interpretaron como una amenaza. En esos momentos se creó la NASA, donde se desarrollaron varios programas para conseguir que el hombre llegara a la Luna en 1969 con el Apollo 11. Finalmente, Armstrong pisaba la Luna el 21 de julio.
Las condiciones de vida en el espacio
En el espacio nada es fácil; incluso las funciones más rutinarias requieren precauciones especiales y, por supuesto, los astronautas tienen que llevarse todos los consumibles que necesitarán durante el viaje: oxígeno, alimentos, agua…
Durante el programa Apollo, la gastronomía espacial había hecho algunos adelantos. Los astronautas podían solicitar menús ajustados a sus preferencias personales, pero siempre se trataba de alimentos deshidratados o en pequeñas porciones envasadas al vacío. Además de consumibles, también tenían que llevar equipos de ejercicio, botiquines médicos, herramientas y, en especial, equipos de grabación.
El corazón de las naves Apollo, menos potente que un smartphone actual
El corazón de las naves Apollo era el ordenador de a bordo AGC (Apollo Guidance Computer). Su diseño marcó un hito en el desarrollo de equipos informáticos, tanto en software como en hardware. Ahora bien, no debemos olvidar que era menos potente que un smartphone corriente de hoy en día. De hecho, se parecería más a una calculadora.
El Saturn V fue un cohete diseñado por Wernher von Braun y construido expresamente para el viaje a la Luna. Tenía más de 110 metros de altura (como un edificio de 36 pisos) y pesaba unas 2.800 toneladas en el despegue. Constaba de tres etapas activas: la primera, alimentada por queroseno y oxígeno, estaba propulsada por cinco motores; la segunda y la tercera quemaban una mezcla más energética de hidrógeno y oxígeno líquidos. Las dos primeras etapas (y un breve encendido de la tercera) servían para entrar en la órbita terrestre; la tercera proporcionaba el impulso final hacia la Luna.
El viaje, bases de seguimiento y módulo lunar
El primer requisito para llegar a la Luna era conseguir la velocidad suficiente, casi 11 kilómetros por segundo. Para lograr esa velocidad, los ingenieros diseñaron el Saturno V, el cohete más grande y potente utilizado hasta hoy, así como todas las instalaciones necesarias para su lanzamiento y el control del vuelo.
La nave se proyectó en tres secciones: módulo de mando, módulo de servicio y módulo lunar. Sólo el primer módulo estaba capacitado para volver a la Tierra. El módulo lunar estaba destinado a llevar a dos astronautas hasta la superficie de nuestro satélite y remontar después para encontrarse con la nave principal, que lo esperaría en órbita.
Para el proyecto Apollo fue necesario construir una red de centros de control. La sala de mandos del Centro Espacial John F. Kennedy, en Cabo Cañaveral (Florida), era la responsable del lanzamiento del cohete hasta que este superaba la altura de la torre de servicio. En ese momento, el control pasaba al Centro de Vuelos Espaciales de Houston, encargado del resto de las operaciones. Además, se establecieron tres estaciones de seguimiento (Goldstone, en los Estados Unidos; Canberra, en Australia, y Fresnedillas de la Oliva, en España), separadas unos 120 ° entre sí, para poder mantener las comunicaciones durante la trayectoria hacia la Luna, así como el alunizaje y el regreso a la Tierra. El módulo lunar estaba diseñado para transportar a dos astronautas hasta la superficie de la Luna y después permitirles volver.
Era una nave muy reducida en la que se había ahorrado hasta el último gramo; por ejemplo, no tenía asientos. Los dos pilotos iban de pie, lo que les permitía, además, una mejor visión del terreno. El módulo lunar llevaba dos motores cohete: uno más potente y de impulso ajustable, para aterrizar, y otro, mucho más sencillo, para elevarse desde la Luna. Todos los Apollo aterrizaron en las primeras horas del día lunar, cuando el sol estaba bajo. De ese modo evitaban las altas temperaturas.
Además, como aterrizaban con el sol a sus espaldas, los astronautas podían ver la sombra de su nave aproximándose a la superficie. Al final, sabían que tenían que parar justo encima de la sombra. En la Luna, los objetos pesan seis veces menos que en la Tierra, pero su masa sigue siendo la misma. Un astronauta puede caminar sin mucho esfuerzo aunque cargue cerca de cien kilos entre el traje y la mochila. Pero tiene que tener cuidado cuando empieza a caminar y, sobre todo, cuando frena: su masa, y con ella su inercia, pueden gastarle malas pasadas.