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Jueves 18/04/2024  

Sindéresis

La memoria, raíz y síntoma

Ayer, en Andalucía, todos los dolores fueron uno, pero no como en una terapia de veteranos de guerra.

Publicado: 15/11/2021 ·
13:32
· Actualizado: 15/11/2021 · 13:32
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Hemos ido 5000 personas a recordarle a Moreno Bonilla que su gobierno, cualquier gobierno, debe cumplir la ley, cualquier ley. Si ya es sangrante que el estado no se ocupe muto propio de investigar los crímenes de lesa humanidad relacionados con el franquismo, si no fuera lo bastante sangrante la Ley de amnistía, si no fuera ya de por sí humillante que las administraciones incumplan del Derecho Natural y el Derecho Internacional, limitándose a conceder ayudas a las asociaciones que están sustituyéndolas forzosamente en su trabajo, lo que se sale fuera del barranco de cualquier ambigüedad democrática es que haya administraciones que incumplan la ley por motivos de odio. Y el odio no es una ideología aceptable, ni un baremo ético ni una motivación para la objeción de conciencia que pueda articularse en nuestro orden legal.

No tenemos acceso a archivos que son administrativos, que deberían ser públicos, y que podrían ayudar a localizar víctimas, a recuperar bebés robados, a devolver bienes inmuebles a sus legítimos herederos. Nuestra administración es opaca y, en Andalucía, rebelde en el peor sentido de la palabra. Antisistemas que luchan por un mundo peor.

El tejido memorialista andaluz siempre ha estado disgregado, atomizado y, en cierto modo, segregado, porque realmente la Memoria Histórica tiene tantos frentes como horrores son capaces de emanar de una tiranía como la franquista. Cada dolor duele al que lo sufre como si fuera el único. No sé dónde está mi abuelo, me dijeron que mi hija había muerto en el parto, me robaron mi taller de bicicletas, me violaron, me raparon, me tuvieron cuarenta años en exilio. Me castraron, me quemaron con ácido, me obligaron a beber aceite de ricino con cristales. Me tuvieron cargando piedras para el régimen hasta que me reventaron por dentro. Me morí de diarrea en un campo de concentración. Me metieron en un manicomio por roja. Y me violaron de nuevo.

Ayer, en Andalucía, todos los dolores fueron uno, pero no como en una terapia de veteranos de guerra. Lo de ayer, en Andalucía, fue la conformación y confirmación de un frente popular memorialista que va a hacer cumplir la ley por todos los medios que tenga a su alcance. Mientras en Prado del Rey, en la Sierra de Cádiz, VOX pedía escolta para un mitin al que no fue nadie, en Sevilla, frente al Palacio de San Telmo, Baltasar Garzón leía un manifiesto reivindicativo ante cinco mil personas. Y si tenemos que volver, vamos a ser más. Y si tenemos que volver, vais a tener un problema. La percepción hasta el momento se centraba en que el incumplimiento del Estado para con sus ciudadanos en cuestión de memoria era la raíz de muchos problemas derivados: no se conseguía acceder a la verdad, ni a la justicia, ni a la reparación. Pero con el tiempo nos hemos dado cuenta, y así hemos cantado y gritado ayer en Sevilla, que se trata de un síntoma de lo que supone tener a nuestra derecha en cualquier estamento de poder, una derecha que avergüenza a las derechas europeas civilizadas: es el síntoma de que la esencia de la derecha española es la corrupción.

Por esto, mientras el tejido memorialista cuenta con Garzón, el PP cuenta con Alba, Arnaldo y Marchena, siervos del dinero, esclavos para siempre, deshonra del ejercicio de la justicia, síntoma de un mal mayor; esto era el franquismo: corrupción y lápidas.  

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