Pastores de ovino y caprino han lanzado una iniciativa por la que se ofrecen a conversar por teléfono con las personas que están confinadas y experimentan la soledad en su casa, a las que les ofrecen una ventana al campo, con el balido de sus ovejas y el sonido de los cencerros ya que ellos están acostumbrados a bregar con la soledad durante muchas horas al día y todo el año solo con sus perros, burros y rebaños.
La puesta en marcha de la campaña 'Compartiendo soledad' ha surgido con motivo de la crisis por el coronavirus, pero desde la Interprofesional Agroalimentaria del Ovino y Caprino (INTEROVIC) han señalado a Europa Press que la propuesta tiene visos de continuidad ya que la pandemia ha puesto de manifiesto la enorme soledad de muchas personas, sobre todo en entornos urbanos.
A la campaña se han sumado ya pastores de Murcia, Huesca, Teruel, Zaragoza, Zamora, Valencia y Extremadura, con los que solo con una llamada se podrá conversar por teléfono con ellos cuando están con su ganado en el campo. De momento el horario inicial previsto será de lunes a viernes de 09.00 a 18.00 horas.
Desde Interovic hacen hincapié en que la idea es que las personas que llamen puedan hablar con el pastor mientras está trabajando en el campo para que le ayude a bregar con la soledad, ante su experiencia en pasar largas jornadas en el campo.
El beneficio es conversar con alguien sin mayor propósito que la propia conversación mediante una llamada de teléfono con la que se pueden asomar a una ventana directa al campo.
La iniciativa se dirige a cualquier persona aislada o en soledad, tanto en su domicilio habitual como en residencias de ancianos o ingresados en hospitales a consecuencia del COVID-19.
De este modo, sentir el sosiego del campo puede hacerse marcando el teléfono 91 002 74 79 donde una operadora pasará al interlocutor con uno de los pastores voluntarios que se han prestado de forma desinteresada a colaborar en la campaña. El coste para el usuario es el de una llamada a un teléfono fijo normal.
Interovic destaca que se trata, en definitiva, de compartir la individualidad con pastores que llevan años conviviendo con ella y además, quienes procedan de un pueblo podrán rememorar su origen rural. Por su parte, los urbanitas tendrán una oportunidad de conocer más de cerca una realidad a menudo desconocida.
Uno de los pastores voluntarios, José Luis Larraz, que vive en Novés, un pequeño pueblo a siete kilómetros de Jaca, en Huesca, sigue saliendo al campo con sus ovejas porque aunque ya está jubilado, está "al tanto" del rebaño y supervisa a sus hijos, la cuarta generación de pastores de la familia.
Larraz ha indicado a Europa Press que se ha ofrecido porque ve a mucha gente "confinada y aburrida a la que puede acompañar", ya que con 70 años puede entender la soledad con la que algunos mayores viven.
Además, espera que sobre todo los más mayores, en mayor o menor medida, tendrán recuerdos de sus vivencias en los pueblos de los que un día se fueron. "Quien más o quien menos tiene un abuelo o un familiar que tenía ganado o que era de un pueblo", ha relatado.
Larraz ha explicado como es la vida de un pastor, las dificultades que enfrentan por las condiciones de un mercado que les paga un cordero "al mismo precio que en 1986" cuando se vendían a 10.000 pesetas y ahora los pagan a 60 euros en el mejor de los casos, porque ahora con las consecuencias económicas del coronavirus, apunta que se los están pagando a 40 o 50 euros si están en cooperativas, a menos a los pastores que no pertenecen a una organización.
"El único negocio lo haces cuando el ganado come pasto regalado, cuando tienes que comprarlo, las raciones salen caras", comenta el experimentado pastor, que cuenta esta primavera con 500 corderos recién nacidos y que hace pocos días esquiló a 923 ovejas de un rebaño de unas 1.500 cabezas que pastan en ganadería extensiva a 820 metros de altura en los Pirineos.
Pese a todas las dificultades de un trabajo que no conoce de frío, calor, verano, invierno, domingos o vacaciones, asegura que si volviera a nacer sería de nuevo ganadero porque es "un modo de vida" en el que no se conoce el aburrimiento, porque siempre tiene cosas que hacer o en qué pensar, tanto que ni siquiera echa de menos las vacaciones y cuando alguna ocasión se ha ido unos días, a la semana ya echa de menos el ganado.
Con la iniciativa de 'Compartiendo soledad' espera poder ayudar no solo en su soledad a las personas de ciudad sino a que estas puedan valorar un poco más el oficio del pastor y los beneficios ambientales del ganado en el campo y su potencial para prevenir incendios.
"Las ovejas limpian el campo, son como un cortacesped, pero son selectivas en lo que comen, ya que por ejemplo solo comen las amapolas cuando están tiernas o algunas plantas antes de que salgan sus espigas", concluye el pastor, que está a la espera de empezar a recibir las llamadas de los urbanitas confinados.