Corrían los años 60 cuando comenzaba la construcción de uno de los lugares más emblemáticos de Torremolinos: la urbanización La Nogalera, proyecto del prestigioso arquitecto Antonio Lamela, una obra que se planteó en 1961 y se terminó en 1966. Quienes hicieron realidad este complejo residencial y turístico, que cambió la forma de ver Torremolinos por aquellos tiempos, encontraron en 1964 un lugar donde comprar botijos de barro con agua, directamente llegados de La Rambla de Córdoba, para saciar su sed durante el trabajo: La Casilla, en la calle San Miguel.
Por aquellos años, esta enorme tienda compartía calle con comercios de renombre y grandes firmas, como la joyería creativa de Frank Rebajes, quien diseñó unos gemelos para el Duque de Windsor. Detrás del mostrador de La Casilla, en el número 20, estaba una joven Pepa Montes, quien atendía a los locales y extranjeros que veían la calle San Miguel como un gran centro comercial al aire libre.
Mucho ha cambiado desde entonces, pero Montes sigue detrás del mostrador, viendo cómo cambian los tiempos y vendiendo soldaditos de plomo, decoración para el hogar, muñecos infantiles de personajes Disney o todo lo necesario para decorar una casa de muñecas.
“Relativamente poca gente del pueblo compra aquí, la mayoría se va a los municipios vecinos a comprar, que es lo lamentable. Aquí el turista, sobre todo los ingleses y franceses, compra las cuatro típicas tonterías y con poco dinero porque vienen cada vez con menor poder adquisitivo”, explica.
Además de la huida de importantes firmas de moda y restauración, esta vendedora ha visto la llegada de la peatonalización del centro de Torremolinos, con un coste de 2,5 millones de euros, y la próxima construcción del centro comercial y de ocio que proyecta INTU para el año 2023. “Antes venían los taxis y paraban en la esquina de la calle San Miguel, donde desembarcaba la gente de cabeza en la calle. Ahora no, ahora desembarcan cerca de la rotonda de los caballitos (que ahora mismo no está) y, claro, la gente se dispersa. La afluencia de personas ha cambiado”, lamenta.
Las modas cambian y La Casilla también. En un principio era droguería, perfumería, vendía artículos de ferretería, menaje de cocina, etc. Sin embargo, llegaron las grandes superficies con todos esos artículos y el género varió a las casitas de muñecas, soldaditos de plomo o artítulos para los belenes, entre otros.
Sin embargo, hay quien se ha mantenido fiel a sus compras en este comercio. Es el caso de una familia, cuya tercera generación sigue cruzando las puertas de este pequeño Corte Inglés, como algunos lo llaman. “En su día, venían los padres con los niños pequeños, después, ya grandes, ellos venían a comprar y ahora es la tercera generación, esos nietos, los que me vienen a comprar. Me dicen: “yo venía con mi padre y con mi abuelo a comprar los muñequitos de Disney” y ahora viene él con su hijo”, cuenta. También es el caso de una señora, “ya mayor, de Madrid, que viene todos los años. No sé si el año que viene ya vendrá”, cuenta Pepa Montes, quien en febrero del año que viene cumplirá 72 años y disfruta de su jubilación activa detrás del mostrador de siempre.
Ahora, la plaza de La Nogalera vuelve a estar de obras, esta vez para dotar de accesibilidad a la estación de Cercanías, pero los trabajadores ya no van hasta La Casilla para comprar los botijos de barro. Los tiempos cambian.