Un año más, y éste batiendo su propia marca, luce sus encantos en el hall de nuestro Ayuntamiento el tradicional Belén con que los artesanos de la Asociación de Belenistas de Torremolinos deleitan a autóctonos y foráneos. No se trata de un simple montaje de elementos decorativos e inertes, sino de una espectacular y genuina obra de arte, de gran originalidad y viveza, con multitud de figuras en movimiento que confieren una particular gracia a todo el conjunto. Impresiona, en el rincón donde se ubica el pueblo, la monumentalidad de la cueva de la que brota un riachuelo sobre el que un puente rústico salva el enorme desnivel existente entre los peñascos. Tal insólita ocurrencia belenística es muy propia de Torremolinos, donde sus manantiales principales nacen precisamente dentro de cuevas. La ilustración paisajística lleva el sello inconfundible del pueblo que una vez más se hace Belén.
Nuestro Belén de Torremolinos se presenta a la vista como un elocuente y sucinto drama de los acontecimientos que, según los evangelios de Mateo y Lucas, se desarrollaron en aquel Belén de Judea y sus alrededores, allá por los últimos años anteriores a nuestra era común. El alma de este Belén torremolinense lo componen las diversas escenas bíblicas encajadas aquí y allá, a lo largo y ancho del entramado del Nacimiento. El visitante poco observador y apenas conocedor de los hechos relatados en los evangelios, difícilmente se percatará del mensaje silencioso que escenifican las distintas figuras que oportunamente se han distribuido por todo el paisaje, ensambladas en el cotidiano marco de la vida y quehacer de los lugareños. En este sentido es nuestro Belén de Torremolinos un auténtico libro abierto.
Se representan con extraordinario realismo, no solamente la vegetación típica de la zona, las montañas y las casas, sino también las rutinarias actividades de un pueblo eminentemente pastoril. Curiosamente, entre estas actividades ocupa un lugar casi prominente, aparte de las escenas de pastores cuidando sus ovejas, la fabricación del pan. No puede ser más apropiada esta escena panadera, ya que el nombre de "Belén" significa literalmente "casa de pan".
Las escenas que nos interesan en esta artística representación belenística no se limitan a los excepcionales acontecimientos que, de acuerdo con los evangelios, tuvieron lugar en Belén de Judea, o, en palabras del profeta Miqueas, Belén Efrata, sino que algunos de esos acontecimientos cubren poblaciones como la remota Nazareth, en Galilea, y Jerusalén, la capital de Judea, a unos 9 kilómetros de distancia hacia el norte-nordeste. Así, emulando el original, podemos destacar en el Belén de Torremolinos las siguientes representaciones de los hechos evangélicos:
1) La anunciación a María por el ángel Gabriel (que aconteció en Nazareth). 2) Los esponsales de José y María (que se representan en un templo de la época). 3) La visita de María a su pariente Isabel, madre de Juan el Bautista. 4) La entrada de José y María en Belén, presentándose para el empadronamiento. 5) José y María pidiendo posada. 6) El nacimiento de Jesús en un establo. 7) El anuncio del nacimiento a los pastores por un ángel. 8) La presentación del Niño y la purificación de María en el Templo de Jerusalén. 9) La visita de los magos o astrólogos, procedentes de algún país al este de Jerusalén. 10) La matanza en Belén y sus alrededores de los niños de dos años para abajo, ordenada por Herodes el Grande. 11) La huída a Egipto de José, María y el Niño (ilustrativa es la figura del templo egipcio a lo lejos).
La originalidad y gracia de este asombroso Belén de Torremolinos estriba en que aparecen varias figuras de José, María y el Niño Jesús, dado que se trata, más que de una ilustración costumbrista navideña, de una escenificación lo más fiel posible de los relatos evangélicos sobre el nacimiento del Mesías. Este Belén se eleva muy por encima de la espontánea contemplación de su estructura, de la simple y regular observancia de las tradiciones navideñas y del consabido ritual de entonación de villancicos. El Belén de Torremolinos, aunque muy digno de ser admirado, invita más a la meditación que a la admiración.
Cuando, después de observar las muchas curiosidades de nuestro Belén municipal, leemos detenidamente los capítulos 1 y 2 de los evangelios de Mateo y Lucas, nos damos cuenta de muchos detalles que no podemos captar si únicamente los admitimos de oídas o por tradición. Por ejemplo, el detalle de que el evangelio no dice que los magos eran reyes ni especifica su número; el detalle de que visitaron al Niño Jesús cuando vivía con sus padres en una casa; el detalle de que habían transcurridos unos dos años desde su nacimiento hasta que Herodes ordenó la matanza de los infantes de dos años para abajo, según el tiempo que había calculado que tendría Jesús; y, finalmente y entre otros muchos, el detalle de que los pastores dormían de noche a campo abierto, lo que significa que no era invierno cuando nació el Niño Jesús.