Tanto la ciudadanía como las personas dedicadas al asesoramiento jurídico, fiscal o laboral están sujetas al stress que provoca la inseguridad jurídica, ya que están obligadas por leyes, reglamentos, decretos, órdenes, instrucciones, circulares, así como por la abundante jurisprudencia, que también alcanza el rango de ley, de los tribunales superiores, de las audiencias, del Supremo o constitucional. La enorme abundancia de obligaciones, lo abigarrado de sus redacciones, en bastantes ocasiones imposibles de entender y, más aún, el cambio constante de preceptos legales, dejando, en cada modificación legal, retales vivos de leyes muertas, para mayor confusión, hacen sobrehumana la capacidad de conocer y recordar tantos deberes cívicos.
Al final mal usando la Ley, la justicia queda tocada de muerte ya que no es “justo” que se requiera a una persona que cumpla con las leyes, porque no es posible conocerlas ni retenerlas en el entendimiento. Y ya se sabe que “el que ignora yerra” y que cuando las dimensiones de lo conocido excede la capacidad humana de hacerlo no es justo aplicar aquello de que “la ignorancia de la ley no excusa su cumplimento”.
Esta frase, además de injusta es irracional, ya que: ¿cómo es posible cumplir con algo que no se conoce? Si los legisladores, políticos todos ellos, fuesen sometidos a un examen para averiguar que conocimiento tienen de sus obligaciones legales, como ciudadanas y ciudadanos, otro gallo cantara. Ya que quien legisla para otros no puede exigirle a ellos, lo que él no es capaz de cumplir. Y es que la especialización, fruto de la complejidad de nuestro modelo social, ha provocado que pocas personas sepan muchísimo de muy poco, y cuando estas se juntan y añaden a las leyes, de todas y todos, su especialísima forma de entender las obligaciones ciudadanas, la sobredimensión que adopta el cuerpo legal es inhumana.
Decir que el ordenamiento legal es injusto está bien dicho, si nos atenemos a lo que por justo entiende la RAE, Real Academia Española de la Lengua.
“Arreglado a justicia y razón” o
“4. adj. Exacto, que no tiene en número, peso o medida ni más ni menos que lo que debe tener.” Y la vara de medir es la capacidad humana de conocer, relacionada con dos variables esenciales: nivel formativo y tiempo para digerir tanto, y tan en “constante cambio”, corpus legal. Porque aquello que debe cumplirse debe ser advertido a quien debe cumplirlo, ya que determinar deberes, sin garantizar que son conocidos por quienes deben acatarlos, es una emboscada, una acción artera, ruin y maliciosa, que pretende hacer caer en la “trampa legal” a las personas que son víctimas de las propias leyes que dicen defenderlas. ¿De quién? ¿Sabe Vd, persona lectora, todas las exigencias que debe cumplir el vehículo en el que viaja? Más de cientos se llevan sorpresas cuando quien vigila les indica que esto ¡no está!, que aquello ¡no cumple!, que antes si se podía pero ¡ahora no!, que… que… Multiplique por “n” y encontrará, en cualquier parte que mire, reglamentos que Vd. no conoce, pero por los cuales Vd, puede ser multada, denunciada, acusada y condenada. Ya Joaquín Costas a principios del SXX, enunciaba aquello de
“Al amigo el favor y al enemigo la ley”. Practicas caciquiles y un modelo inquisitorial que los políticos legisladores han desarrollado hasta la saciedad, aumentando contantemente la inseguridad jurídica y el stress, no ya de la ciudadanía en general, que en su inocente ignorancia, puede ser ajena a la infracciones, que causa sin saberlo, sino a quienes asesoran profesionalmente que ven como aumenta su trabajo hasta la extenuación y que hipotecan sus vidas para que su orientación y trabajo profesional se “AJUSTE” a la última ley modificada o la última sentencia que le afecte.
Lo dicho, aquello que todos y cada uno de los políticos legisladores no sean capaces de conocer, debe derogarse inmediatamente para que la ley, y la consecuente justicia, sean hechas a la medida de la humanidad a la que siempre deben servir y no someter. En la sala del Tribunal Supremo de EEUU se puede leer: “La Razón es el alma de la Ley” y la razón abomina de tanto laberinto leguleyo inestable.
Fdo Rafael Fenoy Rico