Soldados hambrientos no son nada operativos y si para comer deben abandonar sus misiones, menos aún.
¿Quién no ha oído hablar de Agustina de Aragón? Heroína de la guerra de la independencia, que, según se cuenta, sirvió una batería de cañones en la defensa de Zaragoza contra los invasores franceses. Mujer que demostró arrestos más que suficientes para servir en el Ejército español. Hoy hay un importante número de mujeres sirviendo en él y en las más diversas actividades. De hecho incluso mujeres que no pertenecen a los cuerpos militares realizan actividad laboral para el Ejército. Dentro de este conjunto que no son militares, se encuentra un reducido, pero significativo, grupo de trabajadoras que mantienen firme su ánimo y siguen trabajando, podríamos decir en interés de la “patria” a pesar del maltrato que le dispensa la empresa que las contrata en el Campo de Gibraltar, -de nombre cervantino aunque no sea del Toboso-. Aunque no les pague, aunque no les atienda su empresa, aunque no les asista cuando se accidentan, aunque no tengan suministros, o lleguen a sus cocinas en mal estado o se reparta la comida en vehículo sin aire acondicionado. Y trabajan por deferencia a quienes defienden España, aunque nadie les diga de un día para otro a cuantos militares deben dar de comer, aunque en la despensa no haya provisiones para al menos tres días, como marca el convenio, aunque las miren de reojo, aunque les ordenen mandos militares a hacer limpiezas que no les corresponden... ¡Heroínas! Heroínas de cazuelas y pucheros que sin su trabajo diario se desmoronaría todo el sistema defensivo de la frontera Sur europea. La Ministra del ramo ya lo sabe, se le ha escrito, la empresa, por supuesto y en reiteradas ocasiones, teniendo que utilizar el BuroFax, para dejar constancia- Y, sin embargo, todas estas penalidades deben soportar estas personas trabajadoras de las que muchos ignoran lo mucho que ellas hacen por ellos. Dar de comer a la “tropa” es sin duda el principal aspecto a garantizar en toda estrategia militar. Soldados hambrientos no son nada operativos y si para comer deben abandonar sus misiones, menos aún. Sobre todo cuando estamos hablando de la importantísima línea de defensa del Sur de Europa. Tal cúmulo de despropósitos hace pensar que los mandos militares no tienen control ninguno sobre lo que está ocurriendo en sus unidades y cuarteles. O pensando mal, o muy mal, peor si saben o se lo imaginan. Toda abnegada entrega tiene un límite y estas mujeres admirables están llegando a él, porque la falta de respuesta, el robo de sus salarios, supone un acoso en toda regla. Podría el ejército reconocer con alguna condecoración su callada, pero imprescindible, acción en la defensa. Mejor aún podría el ejército rescindir el contrato con esa fraudulenta “empresa” y, ya que estas nuevas Agustinas de Aragón sirven al Ejército ¿por qué no encuádralas en el mismo?