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'El otro lado', o la integridad de Berto Romero como principio irrenunciable

Berto Romero explora el género de terror en una serie en la que vuelve a reivindicarse como un autor inteligente que ofrece mucho más de lo que muestra

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Tras el éxito de la más que estimable Mira lo que hemos hecho, desarrollada a lo largo de tres temporadas, Berto Romero ha vuelto a contar con el respaldo de Movistar Plus para llevar adelante un proyecto tan personal como el anterior, pero que supone cierta progresión autorial en su carrera, desde el momento en que se adentra en un género diferente, el de terror.

En este sentido, no estamos tanto ante una ruptura dentro de la trayectoria del actor y guionista catalán, estrechamente vinculado al ámbito de la comedia, como ante una decisiva evolución en tanto que creador de El otro lado, donde vuelve a reivindicarse como un autor inteligente que ofrece mucho más de lo que muestra, que sabe de estructura narrativa, que bebe de las fuentes correctas y, también, sin renunciar a sus señas de identidad.

Es decir, estamos ante una serie de fantasmas, pero en la que se habla más de la integridad personal que de posesiones demoníacas, y en la que no faltan ni los toques de humor ni la disección social -a diferencia de Los Javis, que renunciaron al talento de su vis cómica para la notable La Mesías, Berto Romero no entiende la vida sin chispa y sin humor, y la explota aquí de la mano de un sobresaliente Andreu Buenafuente, que encarna los clichés de una España superada, y de dos directores con oficio, Javier Ruiz Caldera (Promoción fantasma) y Alberto de Toro (Malnazidos)-.

La serie se centra en la figura de Nacho Nieto, un periodista especializado en casos paranormales venido a menos que intenta recuperar la popularidad perdida a través de un canal en youtube en el que seguir desarrollando su trabajo, pero del que solo queda en evidencia su desubicación, tanto a la hora de trabajar el nuevo formato, como de conectar con un público adicto al tremendismo y arrastrado por la corriente de los likes. Cuando la casualidad le brinda la oportunidad de enfrentarse a una presencia fantasmal en una vivienda, deberá hacerlo igualmente al del rigor que se exige frente al sensacionalismo de los medios que intentan aprovecharse de su propio descubrimiento.

Romero, obviamente, trata de hacer prevalecer la moral y la honestidad de su protagonista, pero convencido de que es una actitud personal, privada, solitaria y condenada en un mundo de artificios al que no siempre hay que dejarse arrastrar, por mucho que sepamos de batallas perdidas.  

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