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Win Wenders regresa a la dirección con una preciosa carta de amor a Japón

Su nuevo trabajo es una pequeña joya llena de música y de humanidad llamada 'Perfect Days'

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Wim Wenders tenía que hacer una serie de cortos documentales sobre la arquitectura de los aseos públicos en Tokio, pero el tema le atrapó de tal manera que decidió hacer un largometraje y en solo 16 días rodó una pequeña joya llena de música y de humanidad llamada 'Perfect Days', que llega este viernes a los cines.

El cineasta alemán, un declarado admirador de la cultura japonesa, viajó al país poco después de la reapertura de las fronteras (en junio de 2022) tras casi dos años de restricciones. Y se encontró con unos ciudadanos "que volvieron a tomar posesión de sus ciudades y sus parques de una forma muy civilizada y hermosa".

Eso, como explica Wenders a EFE en una entrevista, le llamó poderosamente la atención por el contraste con el comportamiento de sus conciudadanos en el barrio en el que vive en Berlín, donde un parque cercano a su casa quedó destrozado por la gente que organizó fiestas.

La imagen de los japoneses le hizo recordar todo lo que le ha gustado siempre de Japón y le hizo pensar que detrás de la arquitectura de los cortometrajes sobre los aseos había una "historia mayor" que podría interesar a mucha más gente.

"Sólo necesitamos un buen guión, que muestre todo Tokio, no solo los baños y al hombre que se ocupa de ellos y de su casa, también mostrar su vida diaria y su rutina", recuerda Wenders que les dijo a quienes le habían encargado los cortos.

Eso y un buen actor porque en la idea que le rondaba, la película dependía completamente del protagonista. "¿Quién va a ver una película sobre un hombre limpiando baños, a menos que sea un hombre muy especial?", se pregunta el director de 'París, Texas' (1984) o 'El cielo sobre Berlín' (1987).

"No podía pensar en nadie más" que en Koji Yakusho, que ha participado en películas como 'Babel' (2007) o 'Shall we Dance?' (1996) y que aceptó inmediatamente la propuesta, antes incluso de tener el guion escrito, resalta Wenders.

Y empezó a construir una película sobre un hombre que debía ser tan real que casi se pudiera hacer un documental sobre él. Ni siquiera hubo ensayos para mantener ese aspecto documental.

"Él se convirtió en la película, nunca en mis mejores sueños hubiera imaginado que haría lo que hizo", afirma Wenders, para quien el premio a mejor actor que Koji Yakusho se llevó en Cannes fue la prueba más evidente de su buen trabajo.

Yakusho interpreta de forma magistral y con muy pocos diálogos a Hirayama, un hombre tranquilo y educado que limpia los perfectos aseos públicos de Tokio. Compra libros usados y vive en una casa en la que no dispone siquiera de aseo, pero es feliz en su sencilla y perfectamente organizada cotidianeidad.

La cámara sigue a Hirayama desde que se despierta con el sonido de los barrenderos, cuando realiza su trabajo concienzudo limpiando esos baños públicos, su pausa para comer en un parque bajo un árbol que fotografía cada día y sus escasas interacciones con los personajes que le rodean.

Un guion enigmático y que no da muchas explicaciones sobre la historia del protagonista, a quien siempre acompaña una espectacular banda sonora que se convierte en un personaje más de la película.

"Pensé que sería interesante que la gente se diera cuenta de que debía haber tenido una vida diferente antes, de que no es alguien que nació como limpiador de baños", explica el cineasta, que en el filme da pinceladas para plantear que Hirayama fue "probablemente alguien rico, con un trabajo mucho mejor y que tuvo un automóvil con chófer, como su hermana".

A Wenders le gusta que el público "imagine en lugar de saber" porque hace que se involucren más con un personaje que además escucha una música con la que mucha gente se puede identificar.

Desde el 'Perfect Days' de Lou Reed que da título a la película al 'Brown Eyed Girl', de Van Morrison; 'Sunny Afternoon', de The Kinks, o 'The House of the Rising Sun', de The Animals, la música suena en las viejas cinta de casetes de Hirayama.

El protagonista es un hombre con muy pocas posesiones materiales, y que lee libros usados, así que fue una decisión natural pensar que escuchaba la música de su juventud y que lo hacía en los casetes que se usaban en los años 70 y 80.

"Introdujimos los casetes en la historia sin saber que actualmente en Japón los casetes están viviendo un gran resurgimiento", señala Wenders, que bromea con su propio pasado.

"Si hubiera mantenido mis 20.000 casetes de los años 70 sería un hombre rico en Tokio pero, desafortunadamente, los tiré a la basura", lamenta el director.

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