El juicio de la muerte del menor Jairo en el botellódromo hace poco más de un año ha puesto en evidencia más que nunca la inseguridad del recinto y su vulnerabilidad para que peleas como la que originó este desgraciado suceso vuelvan a repetirse. La propia letrada del Ayuntamiento, que ha tenido que responder en la vista en calidad de responsable civil subsidiario al ocurrir los hechos en el espacio habilitado por la Administración local para beber alcohol a raíz de la aprobación de la Ley Antibotellón, ha comprobado en sus escuetas intervenciones hacia los testigos la ausencia de control alguno en los accesos al botellódromo a la hora de pedir DNI a los adolescentes que se reúnen cada fin de semana en las explanadas ubicadas frente al Parque González Hontoria. A estas alturas, después de ver a los menores que han pasado por la Audiencia, algunos acompañados por sus padres para declarar, no hay duda de que el Ayuntamiento tiene que darse prisa en replantear este espacio, como ya dijo la propia alcaldesa, María José García-Pelayo, en el Pleno del Estado de la Ciudad.
Hace justo una semana durante esta sesión plenaria habló de un proyecto para dotar de contenidos de ocio estas explanadas y alejarla de la concepción para la que fue diseñada: beber alcohol fuera de la vía pública, pero el problema es que ya ha transcurrido más de un año desde que ocurrió el suceso y los testimonios evidencian el tiempo perdido en intervenir.
Ahora más que nunca, las declaraciones de intenciones sobran, y toca actuar después de que los propios policías que han declarado en el juicio alertaran de la ausencia de ambulancias y voluntarios de Protección Civil en la zona que vigilan apenas varias patrullas.
De hecho, los efectivos reconocieron que llegaron al lugar de los hechos una vez que vieron el tumulto, cuando el menor ya se había desplomado en el suelo, y los propios testigos que han declarado estos días han hablado incluso de una “zona pija” y otra más “chunga” en la que se reparten en este espacio al que también acceden los coches, como si de un gueto juvenil se tratara.
pocas restricciones
Y es que el permitir que decenas de jóvenes, algunos menores, se emborrachen alegremente cada fin de semana en unos terrenos dudosamente acondicionados -sigue habiendo poca luz- deja en muy mala posición al Ayuntamiento, y la trágica muerte de Jairo confirma que algo está fallando y mucho en este planteamiento. En cualquier caso, de momento, se desconoce con exactitud el proyecto concreto y los plazos que baraja el Consistorio, que podría verse obligado a indemnizar a la familia del joven, para luchar por cambiar esta realidad.