Con el fallecimiento de Mariano Bellver se ha ido una de las figuras que más dedicación y generosidad ha demostrado por nuestra ciudad en los últimos tiempos. Sevilla se queda huérfana de una de las personas que más entrega y amor ha mostrado por ella, no solo por el enorme legado que nos deja a todos y a todas en forma de la gran colección de arte que nos donó, sino también por su enorme carrera en otros planos. Don Mariano fue una persona que trascenderá también por su vocación de maestro en San Juan Bosco, desde donde dejó su huella a los que recibieron sus enseñanzas, una vocación que muestra el profundo compromiso con los demás que le caracterizó durante toda su vida. Es por ello que su marcha nos provoca un profundo vacío, el que siempre dejan los hombres buenos, y más aún a los que tuvimos la fortuna de conocerlo y apreciar su sabiduría y sencillez desde cerca.
En el recuerdo nos quedará siempre esa ilusión con la que afrontaba uno de sus grandes proyectos de vida, un proyecto que además era para toda la ciudad y que se ha convertido en un emblema de todos y todas, que perdurará en el futuro. Más de 500 piezas que alberga un espacio situado en pleno Barrio de Santa Cruz y que recoge la inmensa labor de recopilación de este mecenas que heredó su enorme pasión por el arte de sus ancestros.
La Casa Fabiola, que acoge la Donación de Mariano Bellver, es hoy un lugar incomparable que seguirá habitando este mecenas irrepetible en la que siempre será su casa y que recorrerán miles y miles de personas a lo largo de los años gracias a la valiosa colección que consiguió atesorar y recopilar con entrega y cariño junto a su familia. Una labor encomiable que nunca podremos agradecer del todo los sevillanos y las sevillanas, beneficiarios de su legado gracias a su profunda generosidad y a su servicio y entrega a la ciudad. Sin duda, el momento en que Don Mariano, doña Dolores y yo descubrimos su colección en la preciosa Casa Fabiola será siempre uno de los mayores privilegios que la vida como cargo público y como Alcalde de mi ciudad me ha dado. Quedará grabado por siempre en mi memoria.
Será difícil, imposible, olvidar el brillo de sus ojos mientras paseaba entre sus obras el pasado 12 de octubre, la emoción y la satisfacción que derrochaba después de ver el sueño cumplido mientras recorría la Casa Fabiola. Su generosidad no ha dejado de acompañarlo hasta el final de sus días, ordenando y poniendo a disposición de todos y de todas de la mejor manera posible su importante legado, para que la belleza del arte no se nos escape a ninguno.