El jurista estadounidense Mario Cuomo dijo en una ocasión: “se hace campaña en poesía, y se gobierna en prosa”. Y va a tener (casi) razón. Música celestial antes de decidir, y cuando ya lo tengo -el voto- pues miel sobre hojuelas, y a gobernar que es infinitivo. Lo hemos visto en las generales. Se intuía una subida de impuestos. Votamos el 28 de abril, y tres días después conocemos que sube la presión fiscal, y a más a más ya que quienes cometimos, sin saberlo, el delito de comprarnos un coche diésel tendremos que pagar más por lo mismo. Ésa es la prosa, amigos. Nos enfrentamos ahora a un batiburrillo formado por elecciones municipales, autonómicas (no en Andalucía, aunque algunos y alguna le encantaría) y europeas. Días de vino y rosas en los que la empanada mental del votante va a ser importante (con rima). Qué bonito. Los  comicios más cercanos, y los más lejanos, y ambos de una tremenda importancia. ¿Quién duda de la trascendencia de contar con un buen alcalde en su pueblo? Nadie. No voy a gastar tinta de la rotativa en explicar la importancia de esos comicios cercanos en los 778 municipios de las ocho provincias andaluzas y el Campo de Gibraltar. Pero sí intuyo necesario explicar el porqué de la trascendencia de estas elecciones supranacionales. Europa se la juega. Y de qué manera. Si ese disparate llamado Brexit nos ha enseñado algo es para saber que el chief minister Fabian Picardo se pillará una tajada como un piano (si no hay Brexit) en alguno de los restaurantes de la Estación de San Roque que tanto le gustan; y para descubrir que salirse de la Unión Europea no es tan fácil como algunos pensaban. “Hay un lugar en el infierno para quienes promovieron el Brexit sin un plan”, dijo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una de las mejores frases que recuerdo en este proceso. Los antieuropeos ya saben que no se puede salir del territorio comunitario, y por ello se han propuesto cambiar las instituciones europeas pero desde dentro. Y para conseguir ese objetivo necesitan votos, y muchos, el próximo 26M. Si a eso le sumamos que esa mancha xenófoba se ha extendido durante los últimos años con el italiano Mateo Salvinni a la cabeza a caballo de un discurso anti-inmigración que ha calado en Suecia, recientemente, pero también en Hungría, Francia y España, entre otros, pues tenemos un preocupante cóctel al que deberíamos hacer frente en las urnas votando en los comicios europeos a favor de quienes defienden esas instituciones y en contra de quienes aspiran a ser una especie de caballo de Troya para desgastar los cimientos de la propia UE, pero con el pico y la pala en los sótanos del Parlamento Europeo. Sin olvidar, además, que los Estados Unidos de Trump esperan una Europa débil, que incremente eso sí su presupuesto en gasto militar; y la China Xi Jinping, y su ruta de la seda, trata de dividir a los países del Viejo Continente. Sin olvidar a Vladimir, claro.