Pedro, el nombre que no el hombre, está en desuso, y no me extraña. La voluntad de los padres de Almodóvar fue en 2019 la septuagésima primera elección de los españoles para dar nombre a sus recién nacidos. En Andalucía no está siquiera entre los diez primeros puestos del ranking que encabezan los manueles, cuando hablamos de varones, claro.
Empezamos mal, negando hasta en tres ocasiones antes de que cantara el gallo. Dimos al mundo el primer ejemplo de debilidad humana, según la tradición católica, y parece que nos pesa.
Lo vimos venir por la esquina del viejo barrio con el tumbao que tienen los guapos al caminar. Con él, de apellido Navaja, aprendimos que quien a hierro mata a hierro termina. También él, en los setenta, nos mostró la Edad de Piedra con su esposa Vilma, su adorable mascota Dino y su amigo Pablo. Todos ellos, además de muchos otros, pusieron las cinco letras en el mapa, y las consolidaron.
Sin embargo, la marca está ahora de capa caída hasta ocupar el puesto número 71 en el listado del Instituto Nacional de Estadística por detrás de otros nombres -con todos mis respetos- como Liam, Joel y Erik por citar tres ejemplos. Menos mal que Santiago y cierra España ocupa el 74.
Los adolfos, leopoldos, felipes, josemarías, joseluises y marianos no han sufrido lo que estamos padeciendo los pedros con nuestro presidente. Ayer mismo una columna del diario Abc titulaba: Gracias, Pedrín, ya que el jefe del Ejecutivo le había buscado un carguito a su amigo Nachín.
Los pedros vamos a tener que pedir daños y perjuicios, como también los Picapiedra derechos de autor por la cantidad de periodistas que los ha utilizado para atizar a Sánchez e Iglesias. ¿A quién le reclamamos? ¿Al presidente por su gestión? O a quienes se han propuesto el acoso y derribo cueste lo que cueste, y en el momento más inapropiado.
Me dan ganas de llorar, decía ayer la canaria Ana Oramas en la Cámara Baja, en relación con lo que escuchaba de boca de sus señorías. Lo suscribo. Es tiempo de acabar con la pandemia, no de tácticas y estrategias políticoelectorales. Y, por favor. Un ruego. Respeten el nombre del hijo de Rafael y Adoración, que también lo merece.