Aunque su especialidad en estos últimos años ha sido el timo en la venta de coches de lujo -por el que se han visto perjudicadas, al menos, una veintena de personas-, sus tropelías no sólo se circunscriben a este negocio. Su falta de escrúpulos y su gran ojo para conseguir dinero fácil, sin sudar, le llevaron a protagonizar estafas de chiste, algunas de las cuales sólo quedaron en intento.
Una de ellas ocurrió en 2005, cuando Carlos Javier Rojas puso a la venta la casa en la que vivía de alquiler sin consentimiento de la propietaria. Afortunadamente, antes de que salieran compradores, la propietaria se enteró y denunció los hechos.
Pero no fue este piso lo único que puso a la venta. Este amigo de lo ajeno intentó vender también una plaza de garaje que tampoco era de su propiedad. De hecho llegó a recibir 1.200 euros como anticipo de la venta antes de ser descubierto.
Sus timos no tenían límite y llegó a estafar a su propia familia. En una ocasión realizó compras por valor de 3.000 euros y las financió a nombre de su cuñado, obviamente sin autorización.
Si engañó a su familia no sorprende tampoco que hiciera lo mismo con los empleados de una empresa de construcción que llegó a montar. A nombre de sus trabajadores compraba vehículos y solicitaba préstamos millonarios, empleando los datos personales que éstos le habían aportado para su contrato de construcción. En definitiva, “un cara dura con mucha parla y una mente prodigiosa para los negocios sucios”, dicen los que le conocieron.