Hace pocos días nos desayunamos con la aparición en los medios de la creación de la comisión técnica para las actuaciones relacionadas con la “Memoria Democrática” en el sistema educativo. Ya lo había anunciado a principios de curso el Vicepresidente de la Junta, que además es Consejero de Presidencia, Administración Local y Memoria Democrática (sí, tenemos un Consejero de Memoria Democrática). Allá por noviembre se refirió a su inclusión en la formación del profesorado; la ampliación a nuevos temas como el exilio andaluz, la represión a gays, lesbianas y transexuales, fosas comunes y menores desaparecidos; y, la creación de un Portal Educativo de la Memoria, con estudios y material para que el profesorado lo emplee en las aulas.
La denominada “Memoria Histórica” se convierte así en una materia trasversal a lo largo de todo el sistema educativo. Si los fines de esta medida son el conocimiento, la autocrítica, el respeto a los derechos humanos y evitar la reiteración de algo que nunca debió haber sucedido, pero, lo que es sin duda la gran enseñanza y la suprema advertencia de todo esto, sucedió, sería bienvenido. Pero a estas alturas creer eso sería demasiado ingenuo, porque los adalides de la memoria histórica ya han puesto de manifiesto, por activa y por pasiva, su utilización torticera, interesada y espuria. Al final la tan traída “Memoria Histórica y Democrática” está siendo fundamentalmente una revancha ideológica y una muestra más de algo tan tradicional en la izquierda comunista como es utilizar la cultura, y cambiar, dicen reinterpretar cuando debieran decir manipular, la historia.
Me creeré la buena fe en todo esto, cuando se haga más hincapié en los valores que dieron lugar a nuestra democracia constitucional actual que en las diferencias previas, que casualmente entonces no resultaron irreconciliables, pero ahora algunos parecen insistir en que así sean, reabriendo con calzador heridas más que cerradas; cuando se critique con igual insistencia las monstruosidades generadas por ambos bandos en una guerra cainita que mostró lo peor del ser humano hasta el extremo de sacar al aire las vergüenzas de esta especie, hasta el punto de justificar el pecado de perder la fe en el hombre; cuando se condene el oscuro periodo de la dictadura, pero no se bendiga injustamente la previa segunda república, que no fue una panacea, y desde luego no fue el precedente de nuestro marco constitucional y de libertades, sino más bien la necesaria antesala de la guerra civil; …
Me preocupa, y mucho, que esto de la memoria histórica más que para cerrar definitivamente heridas, más que cauterizadas, más que para educar en lo que nos une y en el respeto a las diferencias, en la posibilidad de que todo puede ser objeto de diálogo y en la importancia de buscar el consenso, promueva justo lo contrario, reabrir heridas y educar en la separación y fomentar el odio. En realidad, no es extraña esta contradicción y falta de coherencia, a fin de cuentas, todos hemos visto que muchos de los que promueven esta memoria y hablan de derechos humanos, aparecieron, no hace tanto, puño en alto celebrando sin matices el aniversario de la revolución rusa, que derivó en el régimen más asesino que ha conocido la historia.
Esto de la memoria debería de servir para poner en valor el esfuerzo de aquéllos, directamente afectados por esa época, los verdaderos protagonistas, que supieron pasar página y perdonar, o cuanto menos convivir (esos son los verdaderos héroes de uno y otro bando) y no, desde luego, para permitir medrar a sus herederos de segunda generación (ya hablaremos otro día del negocio que supone, para los de siempre, esto de la memoria), criados en la libertad democrática y en la opulencia económica y social, pero llenos de rencor y ansias incontrolables de venganza. A ver si al final más que garantizar su no repetición, se está alentando la reincidencia. Y después dirán que solo en la escuela catalana se adoctrina…