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Réquiem por los mercados de barrio

El envejecimiento de la clientela y la dura competencia de los supermercados, claves de su ocaso

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Mediados del pasado siglo XX. Jerez inicia la recuperación económica tras los oscuros años de la posguerra. La ciudad empieza a expandirse más allá de las tradicionales fronteras del recinto amurallado; las barriadas le comen terreno al campo y una generación completa de jerezanos abandona las collaciones históricas.

Casi nadie tiene coche, y apenas existe el transporte público. Miles de personas se ven de algún modo obligadas a hacer sus vidas en sus entornos más próximos. Existe una clara necesidad de dotar de servicios a esos nuevos núcleos de población. En 1954 empieza a funcionar el mercado de abastos de La Plata, y apenas ocho años después, el de Federico Mayo, con 10 y 25 puestos, respectivamente.

Seguía manteniendo su actividad -desde 1885- el Mercado Central de Abastos, pero había clientela para todo el mundo, para quienes explotaban los puestos del edificio neoclásico proyectado por José Esteve y para aquellos que se habían lanzado a la aventura en las nuevas barriadas.


En poco más de medio siglo el panorama ha cambiado de manera sustancial. Los mercados de La Plata y Federico Mayo han sido objeto de notables reformas en estos últimos años. En el segundo caso, se ha llegado a levantar un nuevo y moderno edificio gracias a los fondos europeos gestionados a través del Plan Urban.

Los comerciantes esperaban que esta circunstancia sirviera de revulsivo a un negocio en franca decadencia, pero los resultados no llegan a pesar de que han transcurrido ya diez meses de la apertura del nuevo mercado.

“Nos trasladamos aquí el 22 de octubre pasado, pero esto no remonta. Tenemos seis puestos cerrados, sobre un total de once, y eso da mala impresión, porque la gente ve que no hay ambiente y se va”, explica Eduardo Ponce, portavoz de este colectivo de comerciantes.

La situación es similar en la plaza de abastos de La Plata, con la mitad de sus establecimientos cerrados. “Aquí tenemos ocho puestos y sólo cuatro estamos abiertos, y así desde el año pasado, que cerraron tres. La cosa se vino abajo y no se vende, y no es cuestión ya de que la plaza esté mejor o peor, sino de que no se vende, y así llevamos cuatro o cinco años”, lamenta José Antonio Jiménez, que abrió su pescadería en 2002 y ha sido testigo directo de la decadencia de este mercado.

Puede afirmarse que las causas que han llevado a esta situación extrema son diversas. Estos comerciantes sufren los estragos de un periodo de crisis que se prolonga demasiado en el tiempo, pero además deben sobreponerse a los efectos que provocan cuestiones más dispares.

A Federico Mayo y La Plata llegaron miles de jerezanos a mediados del siglo pasado. Esa población no se ha renovado quizá como debiera -en buena medida porque las generaciones que sucedieron a aquellos primeros vecinos han optado por seguir contribuyendo a la expansión de Jerez- y ha envejecido.

“Esta es una barriada de personas mayores, que cuando vienen compran tres peras y dos plátanos y tienen para cuatro días. Aquí ya no hay familias con niños, que son las que gastan. Eso influye muchísimo y se ve en la calle, donde encuentras a muy poquita gente porque los mayores casi no salen”, detalla David Heredia, que encontró refugio como frutero en el mercado de La Plata cuando el sector de la construcción se vino abajo y debió abandonar su trabajo como pulidor.

Los mercadillos, clave

En Federico Mayo, a pesar de todo, encuentran todavía algunos motivos para el optimismo, sobre todo porque entienden que no se han quemado todos los cartuchos tras la apertura del nuevo edificio. “Lo primero que hay que hacer es abrir todos los puestos, porque además hay gente interesada en explotarlos. Después, una buena campaña de publicidad, y el tercer paso sería que en la plaza se recuperase el mercadillo de los sábados”, defiende Eduardo Ponce.

En realidad, tanto en La Plata como en Federico Mayo admiten que los mercadillos populares son fundamentales a la hora de cuadrar las cuentas y tratar de cerrar el mes en positivo. En La Plata sobreviven en buena medida gracias al tirón del mercadillo de los jueves, sobre todo en invierno. Y en Federico Mayo tradicionalmente son días claves para las ventas los viernes y sábados, también por la presencia de los ambulantes.

Eduardo Ponce admite que el mercado de Federico Mayo se sostiene gracias a los vecinos de la zona y al mercadillo de los viernes, aunque en el fondo “a todo el mundo” le está “costando dinero” mantener la actividad, de ahí que se quiera potenciar la presencia de ambulantes en la mañana del sábado.

Los grandes enemigos

Claro de que estos vendedores son conscientes de que deben sobreponerse a un factor desconocido cuando hace más de medio siglo empezaron a funcionar estos mercados de abastos: los supermercados y grandes superficies.

“Esta es la ciudad con mayor número de grandes superficies por metro cuadrado. Aquí somos muy de grandes superficies, mientras en País Vasco o Cataluña hay mucho pequeño comercio y mercados de barrio. Allí ayudan al chico, y aquí no”, se queja Eduardo Ponce, que defiende la idea de que “un autónomo que venda crea empleo, mientras una gran superficie es igual a paro”.
José Antonio Jiménez tampoco cree “normal” la “cantidad de grandes superficies” que hay en Jerez. “Eso se ha cargado los mercados de abastos, porque en los centros comerciales lo encuentra todo. Creo que eso es lo que nos ha hundido de verdad”, afirma.

David Heredia también entiende que “las personas jóvenes, que son quienes manejan las compras, están acostumbradas a ir a los centros comerciales y allí echan el día”. “Cuando vuelven a casa ya lo traen todo comprado. La gente ha dejado de contar con nosotros, que nos tenemos que mantener con la misma clientela de siempre, que cada vez es menor”, añade.

El panorama es sombrío, pero tanto en La Plata como en Federico Mayo confían en la llegada de tiempos mejores para este tipo de mercados. “Lo primero que hay que procurar es tener abiertos todos los puestos, después poner en marcha una buena campaña de publicidad y luego potenciar el mercadillo de los sábados. Con esas tres cosas empieza esto a funcionar, porque tenemos calidad, precio y unas instalaciones magníficas. Lo que no tenemos es público”, insiste Eduardo Ponce mientras echa la persiana de su negocio.

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